jueves, 11 de noviembre de 2010

Dos litros de armónica y guitarra

Un día de letras y rezos, sobre todo de letras, mucha filosofía a lo largo del día. Una buena cena con los del piso y un poco de improvisación musical. Eso es lo que me llevó hasta “ayer por la noche”.
Dos de mis compañeros se fueron a dormir, los otros dos nos bajamos a la calle; con una guitarra, una armónica y las ganas de pasar un buen rato hablando de la vida.
Nos compramos un par de latas de 0,5 cada uno y nos sentamos en un banco a tocar las primeras notas de la noche. Abrimos la primera lata y las gotas de lluvia más atrevidas empezaron a mojarnos: “Verónica no se puede mojar” me dijo “ella es de madera”. Nos sentamos bajo unos soportales observando como la lluvia descargaba contra los edificios. La vibración de las cuerdas y las notas de la armónica acompañaban la tormenta.
La cerveza y el cigarrillo se habían consumido casi del todo cuando dejamos la música y empezamos a hablar. No solucionamos ningún problema existencial, pero pasamos un buen rato. Luego, abrimos la segunda lata, pero ésta no sonó igual. Seguimos hablando, y es aquí donde empieza mi reflexión: seguimos hablando sobre cosas de la vida, pero no es eso sobre lo que ahora da vueltas mi cabeza: y no puede ser otra cosa que el alcohol, y mi vida, y mis decisiones, y Dios…Pero no sé, lo que se me pasa por la cabeza ahora es que la segunda lata no hizo falta, y repito que es que al abrirla no sonó igual que la primera. La primera sonó a música y descanso, la segunda sonó a arrepentimiento y sin-razón. Simplemente no había por qué abrir esa lata, se puede disfrutar de la música y la lluvia sin tener alcohol en la cabeza, es más, me atrevo a decir que se disfruta más sin él. Yo, sinceramente, no quería beber esa segunda mitad de litro, pero la bebí, y el único sentido de ello es el dejarse llevar, pero no que lo hiciera por dejarme llevar, sino que me dejé llevar.
Decimos y pensamos que soltar las riendas es divertido: “a ver dónde nos llevan los caballos…”. Tiene más emoción: no saber del todo a dónde vamos y la falta de control durante un rato, paro me preocupa que por la pereza o el miedo a coger de nuevo las riendas dejemos los caballos a su aire y acabemos en el acantilado. Dejarse llevar es lo fácil, y no digo que no tenga emoción, pero lo meritorio es “coger las riendas” e intentar llevar el carro a algún lugar concreto, lo difícil y meritorio es dirigir nuestra vida con decisiones de sacrificio y responsabilidad.
Y lo siento, pero escribiendo esto se me pasan cosas por la cabeza y el corazón, y pienso que en realidad la clave no está en llevar nosotros las riendas (y me radicalizo más) sino en dejar que las lleve alguien que pueda llevarlas. No es lo mismo soltar las riendas que confiárselas a otro. Muchas veces decimos que “hay que dejarse llevar y confiar”, pero ¿Confiar en qué? ¿En el azar? Eso no es confiar, es cerrar los ojos y esperar a que venga lo que tenga que venir. La confianza es muy distinta, no es cobardía, la cobardía no va acompañada de tranquilidad y de paz, la confianza sí. No es lo mismo soltar las cuerdas para confiárselas al viento que soltarlas para confiárselas a otro. Podemos pensar que es más emocionante confiárselas al viento, pero ¿Qué te crees? ¿Que la vida no te trae emociones si intentas dirigirla en una dirección concreta? ¡Más que nunca!
No hay que confundir la pereza y cobardía con el anhelo de emociones y experiencias. La vida de por sí te trae emociones y experiencias, no la fuerces pues es fácil saber qué sucede si fuerzas a la vida: que luego te pasa malas jugadas.
Sinceramente, prefiero agarrar las riendas de mi vida antes que dejarlas sueltas, y cuando las tenga frágilmente sujetas con mis dedos: dejárselas a aquél que me puede guiar mejor, que no es otro que Dios.
¿Y todo esto por un poco de cerveza? Podéis preguntar, pero no es por un poco de cerveza, es porque yo tomé un litro de cerveza cuando en realidad quería un litro de armónica y guitarra. Todo esto es porque soy consciente de mi debilidad, y eso te da que pensar.

1 comentario:

  1. cuando llegues a Madrid...si quieres yo toco la guitarra y tu la armónica. Así podrás disfrutar de la mejor bebida que hayas podido tomar: Un gran litro de buena música.

    =)

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