sábado, 15 de diciembre de 2012

Una sinceras palabras

Cuelgo a continuación otro artículo de ReL, son las palabras breves, sinceras y directas de un joven de 23 años que se dirige a los obispos y sacerdotes de todo el mundo con motivo de la nueva evangelización. Las cosas claras y el chocolate espeso. Por cierto, qué grande es la cita final de Carlo Magno.


Por Jorge Enrique Mújica, LC:

Del 7 al 28 de octubre de 2012 se tuvo en el Vaticano el sínodo de los obispos sobre el tema de la nueva evangelización en el tercer milenio. Cardenales y obispos católicos de todo el mundo pudieron exponer y discutir puntos de vista sobre este tema de tanta relevancia para la vida de la Iglesia católica.

Algunos laicos también pudieron participar como auditores. Uno de ellos fue Tommaso Spinelli, un joven italiano de 23 años que dejó con los ojos abiertos a todos los obispos presentes. Y es que Tommaso tiene claro que la evangelización pasa por los pastores, por los sacerdotes, de ahí que sus palabras hayan suscitado admiración y hayan dado materia para la reflexión.

No es lo habitual que un joven de 23 años les ponga las cosas claras a los obispos del mundo... ¿Qué fue lo que les dijo?, ¿qué es lo que espera un joven católico de la nueva evangelización? Este fue el discurso -por cierto muy breve- del participante más joven en el pasado Sínodo (una lectura especialmente recomendada para sacerdotes y personas consagradas):

***
"Mi reflexión quiere ser simplemente una ayuda para entender qué espera un joven de la nueva evangelización.
Vosotros sacerdotes -dirigiéndose a los obispos- habéis hablado sobre el papel de los laicos, yo que soy laico, quiero hablar a del papel de los sacerdotes.
Nosotros los jóvenes tenemos necesidad de guías fuertes, sólidos en su vocación y en su identidad. Es de vosotros, sacerdotes, de quien nosotros aprendemos a ser cristianos, y ahora que las familias están más desunidas, vuestro papel es todavía más importante para nosotros. Vosotros nos testimoniáis la fidelidad a una vocación, nos enseñáis la solidez en la vida y la posibilidad de elegir un modo alternativo de vivir, siendo éste más bello que el que nos propone la sociedad actual.

Mi experiencia testimonia que allí donde hay un sacerdote apasionado la comunidad, en poco tiempo, florece. La fe no ha perdido atractivo, pero es necesario que existan personas que la muestren como una elección seria, sensata y creíble.

Lo que me preocupa es que estos modelos se han convertido en una minoría. El sacerdote ha perdido confianza en la importancia de su propio ministerio, ha perdido carisma y cultura. Veo sacerdotes que interpretan "dedicarse a los jóvenes" con "travestirse de joven" o, peor aún, vivir el estilo de vida de los jóvenes. Y lo mismo en la liturgia: en el intento de hacerse originales se convierten en insignificantes.

Os pido el coraje de ser vosotros mismos. No temáis, porque allí donde seáis auténticamente sacerdotes, allí donde propongáis sin miedo la verdad de la fe, allí donde no tengáis miedo de enseñarnos a rezar... nosotros los jóvenes os seguiremos. Hacemos nuestras las palabras de Pedro: "Señor, ¿a quién iremos? Sólo Tú tienes palabras de vida eterna". Nosotros tenemos hambre de lo eterno, de lo verdadero.

Por tanto, propongo:

1) Aumentar la formación, no sólo espiritual, sino también cultural de los sacerdotes. Con demasiada frecuencia vemos a sacerdotes que han perdido el papel de maestros de cultura que les hacía importantes para toda la sociedad. Hoy, si queremos ser creíbles y útiles, debemos volver a tener buenas herramientas culturales.

2) Redescubrir el Catecismo de la Iglesia Católica en su carácter conciliar: en concreto la primera parte de cada sección, donde los documentos del Concilio iluminan los temas tradicionales. De hecho, el Catecismo pone con sabiduría como premisa a la explicación del Credo una parte inspirada en la Dei Verbum, en la que se explica la visión personalista de la revelación; a los sacramentos, la Sacrosantum Concilium, y a los mandamientos, la Lumen Gentium, que muestra al hombre creado a imagen de Dios. La primera parte de cada sección del Catecismo es fundamental para que el hombre de hoy sienta la fe como algo que le afecta de cerca y sea capaz de dar respuestas a sus preguntas más profundas.

3) Por último, la liturgia se olvida y se desacraliza con demasiada frecuencia: hay que volver a ponerla con dignidad en el centro de la comunidad parroquial.
Concluyo con las palabras que dieron inicio al nacimiento de la Europa Medieval: "Nosotros os queremos, dad prueba de vuestra santidad, del lenguaje correcto y de vuestra instrucción; de tal modo que cualquiera que vaya a vosotros se edifique con vuestro testimonio de vida y vuestra sabiduría (...) y regrese alegre dando gracias al Señor omnipotente" (De la carta Letteris Colendis de Carlo Magno al monasterio de Fulda, año 780). Gracias”.

miércoles, 28 de noviembre de 2012

"Yo me quedo con eso"

«El padre Christopher Hartley me enseñó que se puede ser santo teniendo mala leche»

El escritor de best-seller religiosos regresa a las librerías con Esclavos en el paraíso, la historia de un misionero en República Dominicana.

Su opera prima, Medjugorje, señaló un camino desconocido para miles de creyentes hacia el santuario mariano de Bosnia y Herzegovina.

Luego fue capaz de meter a más de 15.000 lectores en un “monasterio de papel” con ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?

Con Esclavos en el paraíso –editado por Libros Libres-, el reportero Jesús García se introduce en el corazón de un misionero que se jugó la vida por los más pobres de entre los pobres en los campos de caña de República Dominicana: el sacerdote español Christopher Hartley Sartorius.

Dice Jesús García que su afán de aventura ya está más que satisfecho. El hecho de haber entrevistado en su primera obra a tres personas que ven a la Virgen María cada día Medjugorje (Libros Libres), dejaron el listón de las emociones demasiado alto a la hora de elegir sus siguientes historias, y dice el autor que si las sigue contando es por vocación.



- Por eso la primera pregunta es sencilla: ¿Por qué escribir un libro sobre este misionero? ¿Quién es el padre Christopher Hartley?
- El padre Christopher es un cura de la diócesis de Toledo que desde muy jovencito se fue de misionero. Fue ordenado por Juan Pablo II y marchó a Calcuta, a la sombra de la Madre Teresa. Escribí su historia porque la conocí, y una vez conocida no pude quedarme quieto. No tanto por él, sino por sus feligreses de la misión en República Dominicana. Tienen nom,bre y apellido y yo he sabido de ellos. Por eso lo he contado, por ellos.

-¿Quiénes son estos feligreses con nombre y apellido?
-Los trabajadores de los campos de caña de azúcar de San José de los Llanos, al sureste de la isla. En su mayoría inmigrantes haitianos o hijos de inmigrantes que llegaron al país buscando una vida mejor y se encontraron un infierno del que es muy difícil salir.

-¿De qué infierno nos habla?
-Del de las condiciones de trabajo y de vida en que se sustenta la industria azucarera desde los tiempos de los esclavos. Lo que el padre Christopher se encontró al llegar a la misión, en 1997, fueron indicios de esclavitud en el modo de operar de esta industria. Él fue a evangelizar a los bateyes, los poblados donde viven los trabajadores de la caña, y se encontró un escenario dantesco, inhumano. Era como si se hubiese parado el reloj de aquellos poblados en el siglo XIX. El problema fue que en este cura se mezcla un celo apostólico brutal con un en ocasiones muy mal genio, sobre todo cuando de por medio está el pan de los pobres. Cuando le advirtieron de no meter sus narices en las vidas de aquellos haitianos, despertaron a la bestia vocacional que lleva dentro, una vocación que creció precisamente enganchada a las faldas de Teresa de Calcuta y su amor por los más pobres de entre los pobres. Cualquier otro se hubiese retirado, pero este cura no ni se retiró ni se quedó quieto, sino que fue a por ellos, poniendo en riesgo su propia vida.

-¿Cuál era la situación de estos hombres trabajadores de la caña?
-En los bateyes de San José de los Llanos hay viviendo entre 5000 y 15000 seres humanos, dependiendo de la época del año. Muchos de ellos eran traídos de Haití solo en tiempos de zafra, cuando se cosecha la caña. Vivían en condiciones de salubridad, laborales y de vida más propias del ganado que de los hombres. Bateyes sin luz eléctrica, sin agua corriente, sin letrinas, haciendo sus necesidades tras una mata, sin contacto con el exterior de las plantaciones, sin papeles ni documentos y cobrando una miseria por un trabajo demoledor, que parece una trituradora.

 
-¿Qué salario era?
-No llegaba a los 3 euros por tonelada de caña cortada. Además, por aquel entonces no se les pagaba en dinero sino en vales para canjear en el colmado, pequeña tiendecita perteneciente a la industria en la que para colmo, se les cobraba una comisión. De locos.

-¿Cómo son los bateyes?
-Yo no los conocí entonces. Yo los conozco cómo están ahora, y la gente me dice que han mejorado, pero si es esto cierto, no quiero ni imaginarme cómo eran esos agujeros de miseria y enfermedad de los que es muy difícil salir.

-¿Puede dedicarnos una cita o una anécdota del libro, para abrir el apetito del lector?
-Sí, hay una que dice mucho de este sacerdote. Él estaba una mañana tomándose un café mirando los campos de caña desde su ventana, y dejó escrita la siguiente reflexión: “Yo soy sacerdote, no economista. ¿Puede alguien explicarme la misteriosa razón por la que cuando yo me tomo un café ante esta inmensidad de campos de caña, el azúcar que pongo en mi taza ha de ser importada?”. Es demoledor.

-Ya nos ha explicado por qué escribió el libro. ¿Puede darnos una razón para leerlo?
-Como siempre, por el mero hecho de conocer de una forma entretenida. Este es un libro duro, pero a la vez asombroso por la cantidad de amor que desparraman este cura y estos hombres de los campos de caña. Es un alivio comprobar con este libro que el Evangelio está vivo, no muerto. Eso no significa que sea una historia sencilla. Parafraseando a Mafalda, “La vida es muy linda, el problema es que un montón de idiotas confunden linda con fácil”. Eso pasa con este libro.

Segundo, porque el libro es una lección brutal de doctrina Social de la Iglesia. Es una catequesis. Los católicos tendemos a pensar de los curas que abanderan las causas sociales de los pobres que son curas progres, que van por libre o que son distorsionadores de la Teología de la Liberación. Christopher, como él mismo dice, en sus convicciones es más carca que el Concilio de Trento. Un tío que viste de negro riguroso y alzacuellos en su misión actual, en Etiopía, que reza la Liturgia de las Horas sin falta cada día, no es sospechoso de irse por los cerros de Úbeda con su sacerdocio. No, no es un cura progre. Es un cura auténtico. Es un cura que ha llevado a la práctica las enseñanzas de Jesús en el Evangelio allí donde la Iglesia le ha enviado. A lo mejor por eso es por lo que casi le matan.

Para los no católicos, esta obra es una forma diferente y nueva de evangelizar, de presentarles una cara de la Iglesia que sin alejarse ni un centímetro de la doctrina, se parte la vida por los pobres y las causas sociales.

-¿Por qué se implicó en esta causa social el padre Christopher?
-Por evangelizar. El padre no es un revolucionario ni un libertador y se apoyó siempre en el Evangelio, en esas partes en las que dice dar de comer y dar de beber, y en la doctrina social de la Iglesia, que por cierto, es riquísima en esta materia y muy desconocida. El padre Christopher es sencillamente un hombre que vive su vocación ‘a tiempo completo’. Es un hombre que quiere ser santo desde un carácter con mal genio.

-¿Es eso posible?
-¡Ya lo creo! El padre Christopher me enseñó que se puede ser santo y tener muy mala leche. No está reñido lo uno con lo otro. Ese fue el problema de los dueños de la industria. Ellos se esperaban a un curita de pueblo que se limitase a celebrar Misa y a tomar cafés con las señoras, y se toparon con un tío que los tenía bien puestos. Un huracán vestido con alzacuellos. Un hombre absolutamente convencido de su vocación, de Cristo y del Evangelio, y que hubiese muerto por aquellos hombres, porque veía a Cristo en ellos. Cristo humillado, Cristo enfermo, Cristo hambriento y cortando caña a las cinco de la mañana. Cuando yo estuve en los bateyes y pronunciaba el nombre de Christopher Hartley, los pobres sonreían. Yo me quedo con eso.

martes, 20 de noviembre de 2012

Mal ergo Dios

No sé si es o no un buen argumento, pero ha funcionado. Existe el mal, ergo Dios no existe. En realidad no creo que ningún creyente haya perdido la fe de un día para otro al sentarse una tarde a razonar de la siguiente manera: “Dios es la causa de todo, en el mundo existen cosas malas y personas que sufren, luego no tiene sentido que exista un Dios bueno y todopoderoso que cause esos males”. Más bien la pérdida de la fe sucedería al vivir en las propias carnes el mal y el sufrimiento; la fe es vivencial y no algo puramente intelectual, por lo que son extraños los casos en los que se recibe o se pierde la fe mediante algún tipo de argumento lógico. Sin embargo muchas personas se tranquilizan la conciencia, aunque no sea de mucha tranquilidad, diciéndose a sí mismos que Dios no puede existir porque existe el mal.

Después de cuatro años estudiando filosofía, y alguno más de adolescentes discusiones sobre Dios, me he topado con un argumento de por lo menos ocho siglos de antigüedad y realmente chocante. Es este: “Existe el mal en el mundo ergo existe Dios” ¿A que nunca lo habíais oído? Bueno, no voy a ir de sensacionalista, es posible que sí; lo que me extraña es que en las calles e institutos sea tan popular el argumento del mal como demostración de que Dios no existe y no lo sea para nada ese mismo argumento como demostración de que sí existe.

Muchos han defendido que el Mal es ausencia de Bien, es decir, que el mal se presenta cuando los bienes desaparecen, del mismo modo que la enfermedad aparece cuando la salud se esfuma. La enfermedad existe porque existe la salud. Si no existiera la salud, es decir, un funcionamiento adecuado del cuerpo, tampoco existiría un funcionamiento inadecuado, es decir, la enfermedad; habría funcionamientos múltiples y distintos, pero no valoraríamos unos como buenos y otros como malos, no hablaríamos de un mal funcionamiento del cuerpo. Sin embargo, es evidente que un pulmón que no asimila el oxígeno tiene un mal funcionamiento y si la persona que lo tiene se ahoga y se muere no es porque su pulmón simplemente tenga un modo de funcionar alternativo, sino que es porque no le funciona bien, le funciona mal. De hecho, el mero hecho de hablar de “cuerpo” ya supone una unidad y un cierto orden de sus partes, y por tanto un cierto funcionamiento o Naturaleza.

Y todo esto para mostrar que el Mal se define como carencia o ausencia de Bien, y no habría ausencia de Bien si no existiera el Bien, del mismo modo que no decimos que alguien tiene carencia de agilidad si no existiera la agilidad. Y por eso, si existe el Mal –afirmación más o menos evidente- es porque a veces no está presente todo el Bien, por lo que existe el Bien ¿Y de dónde puede salir el Bien si no es de Dios? Si el mundo fuera sólo mundo: ¿Podríamos hablar de Bien? ¿Podríamos pensar en él? Podríamos hablar de sucesos, átomos y movimientos, pero no del Bien o del Mal. Efectivamente, si nos damos cuenta a veces de que algo “no va bien” en el mundo es porque otras veces algo “va bien”, o mejor, nos damos cuenta de que algo “debería ir bien”, y en contraste con ese Bien, percibimos y sufrimos en nosotros el Mal. Por eso, el hecho de que exista el Mal, no digo que sea una prueba, pero sí una muestra de que Dios existe, un ser todopoderoso y creador que de alguna forma lo ordena todo, o casi todo, haciendo que las cosas estén bien (cuando están como Él las pensó) o mal (cuando no están como él las pensó). Y esto no es pura lógica; cuanto más sufre uno las crueldades de este mundo más grita a Dios que le haga justicia, más es consciente del Mal y más tiene sed del Bien, porque, sin saberlo, más siente Su ausencia

domingo, 11 de noviembre de 2012

Circo del Sol y James Cameron


También la belleza nos lleva hasta la verdad, pero no voy a entrar en reflexiones metafísicas que me superan por mucho, seguro que esta película es impresionante.

jueves, 25 de octubre de 2012

Mi problema de conciencia

Mi problema de conciencia no tiene nada que ver con la moral, tiene que ver más bien con la filosofía y la ciencia. En realidad, para ser más preciso, tendría que haber dicho "consciencia".

Estoy leyendo últimamente a John Searle, un filósofo que trata el problema de la conciencia. A mi lo que más me interesa de este campo es el problema "mente-cerebro". ¿Cuál es este problema? Brevemente: desde siempre el ser humano ha pensado: podemos razonar, comprender teoremas matemáticos, imaginarnos mundos fantásticos, hablar y comprender lo que nos dicen... Todo eso, en un principio se decía que era propio del nous, o intelecto, que se entendía como algo inmaterial. Incluso Descartes, en el s. XVII, hablaba de que en la realidad existía la res cogitans (o cosa pensante) y la res extensa (o cosa extensa), es decir, el pensamiento y la materia, el pensamiento no tiene extensión ni ocupa un espacio concreto mientras que la materia, el mundo, no tiene ningún tipo de propiedad intelectual.

Últimamente se ha puesto de moda la ciencia positiva, y nos ha gustado tanto que nos hemos convertido en materialistas, lo que significa que nada de res cogitans, todo es explicable gracias a los super-microscopios que tenemos, es decir, que sólo hay res extensa. No viene viene a continuación ninguna crítica al materialismo, sino algo quizás más interesante. El mencionado Searle es materialista, y nos plantea el siguiente problema: todo lo que tiene que ver con nuestra percepción de la realidad pasa por el cerebro, por ejemplo un pinchazo en el brazo o nuestra percepción del rojo, ninguna de las dos es explicable si no estudiamos el cerebro primero. Hasta aquí todos más o menos de acuerdo. Pero aquí viene el "misterio de la conciencia" que Searle nos trae para atormentarnos: nos podemos imaginar todo un proceso celular-neuronal desde que el cuchillo toca mi piel hasta que yo siento esa desagradable sensación que me hace retirar el brazo y gritar, pero eso proceso neuronal no es la sensación de dolor. Repito, el recorrido de las neuronas -y de cualquier otra sustancia cerebral que entre en juego- no es la conciencia de dolor. Parece haber un salto de lo puramente físico (movimiento de partículas y corrientes eléctricas) a lo subjetivo (mi sensación de dolor). ¿Cómo pasamos de las corrientes electricas (que se pueden observar científicamente) a la subjetividad?

Algunos dicen, como el mismo John Searle, que la ciencia finalmente nos dará una explicación cuando conozca mejor cómo funciona el cerebro; pero para mí el problema sigue estando ahí: ¿Cómo va la ciencia a explicar ese salto estudiando el cerebro si mi sensación de dolor no está en el cerebro? (no está en el sentido de que es una sensación subjetiva y no se puede hallar de la misma manera que se halla un átomo; se puede decir "aquí está el átomo X, entre la mólecula F y el hueso H" pero no "aquí está mi percepción de dolor") Lo interesante de todo esto es que sí que podemos encontrar una parte del cerebro que influya o esté involucrada en mi percepción de dolor, pero no encontraremos, o eso creo, la sensación de dolor misma; de hecho, encontrar la percepción de un dolor concreto sería sufrir ese dolor concreto ¿no?


He aquí mi problema de conciencia, si se os ocurre algo dejadlo en los comentarios por favor, me interesa de verdad.

domingo, 14 de octubre de 2012

Año de la fe

La Iglesia ha proclamado el año de la fe, que empezamos este pasado jueves día 11. Algunos por ahí piensan que "aún muchos creen en los mitos del cristianismo", pero para los que somos practicantes se nos hace evidente que cada vez hay menos creyentes. Los bancos de las iglesias cada vez dejan más huecos vacíos, una cruz al cuello parece más un objeto de estética que una manifestación de credo personal, la palabra "cristiano" ya sólo nos eboca futbol. Como católico de a pie a veces me entero de que un nuevo joven "ya no cree", o que un chico deja la catequesis de confirmación; y uno se pregunta qué puede hacer. ¿Qué habré hecho mal para dejar que esta gente pierda la fe o sencillamente no le haya atraido un poco más el cristianismo? Es verdad que uno siempre puede mejorar, pero también es cierto que nadie es todopoderoso y que Dios mismo respetó nuestra libertad, quién soy yo para negar la libertad a nadie. Yo mismo fui uno de esos que dejaron la catequesis de confirmación. Pero ya se lo dijo el Señor a Isaías hace mucho tiempo: "Porque no son mis pensamientos vuestros pensamientos, ni mis caminos vuestros caminos, dice Yahvé. Cuanto son los cielos más altos que la tierra, tanto están mis caminos por encima de los vuestros, y por encima de los vuestros mis pensamientos" (Is. 55, 9). Él sabe lo que hace con cada uno de nosotros.

De todas formas se sigue removiendo algo dentro de mí, me sigo preguntando qué puedo hacer. Por supuesto rezar; siempre recuerdo unas palabras del Papa (creo que Juan Pablo II, pero podría ser Benedicto XVI) que decían que debemos confíar en Dios como si todo dependiera de Él y al mismo tiempo esforzarse como si todo dependiera de nosotros; pues bien ¿qué podemos hacer? Esta vez sí, el Papa Benedicto XVI nos recuerda las palabras de San Agustín hablando de la oración del Credo, a modo de consejo: «no es otra cosa que las palabras en las que se apoya sólidamente la fe de la Iglesia, nuestra madre, sobre la base inconmovible que es Cristo el Señor. […] Recibisteis y recitasteis algo que debéis retener siempre en vuestra mente y corazón y repetir en vuestro lecho; algo sobre lo que tenéis que pensar cuando estáis en la calle y que no debéis olvidar ni cuando coméis, de forma que, incluso cuando dormís corporalmente, vigiléis con el corazón». Es un buen consejo para los que ya nos consideramos creyentes, saborear el Credo, rezarlo, meditarlo, sentirlo muy propio.

Sin embargo, mucha gente se baja de este barco, que ciertamente gusta por navegar entre tormentas. Pero a mí me gustaría que cada uno recordáramos que dentro de nosotros llevamos inscrito ese anhelo de infinito, de felicidad plena, de belleza, de Dios. En la carta apostólica Porta Fidei el Papa precisamente recuerda que "la misma razón del hombre, en efecto, lleva inscrita la exigencia de «lo que vale y permanece siempre». Esta exigencia constituye una invitación permanente, inscrita indeleblemente en el corazón humano, a ponerse en camino para encontrar a Aquel que no buscaríamos si no hubiera ya venido".

Todo el mundo ha de pasar por su propia puesta a prueba de la fe, pero las pruebas no son sino una comprobación de que somos libres, de que podríamos dejar esto y abandonarnos a las corrientes del mundo. "Cuántos santos han experimentado la soledad. Cuántos creyentes son probados también en nuestros días por el silencio de Dios, mientras quisieran escuchar su voz consoladora" (Porta Fidei). Sin embargo Dios sigue estando ahí, Él no va a dejar de existir porque yo dude. Creo que incluso el no creyente, si busca con sinceridad, desde su ateismo puede clamar a Dios: "si no existes esto es sólo un pensamiento, pero si existes haz que crea en tí".

En esta carta apostólica el Papa nos recuerda la importancia de la caridad. Un cristiano en acción no es ni más ni menos que alguien que pone en práctica la caridad, la cual asume todo su significado cuando va acompañada por la fe; y del mismo modo la fe produce su mayor efecto cuando va ligada a la caridad. "Lo que el mundo necesita hoy de manera especial es el testimonio creíble de los que, iluminados en la mente y el corazón por la Palabra del Señor, son capaces de abrir el corazón y la mente de muchos al deseo de Dios y de la vida verdadera, ésa que no tiene fin." (Porta Fidei)

Dicho esto, os dejo en paz, sólo me queda recordar aquellas palabras de San Pablo, que esconden el misterioso secreto oscurantista de todo cristiano:

«Cuando soy débil, entonces soy fuerte»
(2 Co 12, 10)

viernes, 5 de octubre de 2012

Iciar, un alma de “aquella legión de almas pequeñas”


O amor o locura, pero en el fondo ¿en qué se diferencian? Esta es la historia de Iciar Ganuza, una historia muy real:

“... ¡Te suplico que escojas una legión de pequeñas víctimas dignas de tu AMOR...!”
 (Santa Teresita)

Iciar Ganuza es un alma de “aquella legión de almas pequeñas, instrumentos y víctimas del Amor Misericordioso de Dios, objeto de los deseos y las esperanzas de santa Teresita del Niño Jesús”. Como se le presentaba al Padre Orlandis, fundador de Schola Cordis Iesu, así a Iciar, conocedora de la realidad, profundamente desengañada de sus propias fuerzas y valer”, Dios le fue dando “una comprensión íntima de la devoción genuina al Corazón de Jesús”, le hizo estar llena de celo “de la salvación de la almas”, y fue haciendo que pusiera “para su apostolado toda la confianza en la …devoción al Sagrado Corazón de Jesús”.
Todo esto por Misericordia del Corazón de Cristo que se enamora de quien quiere y hace maravillas con las almas que se saben débiles y confían en su Amor. Por eso hablar de Iciar es cantar las Misericordias del Señor.
Iciar nace el 18 de Enero de 1983, en el seno de una familia cristiana,  familia de Schola Cordis Iesu, deseosa de trasmitir a los hijos el tesoro recibido del Padre Orlandis, a través de D. Francisco Canals, abuelo materno de Iciar. Ella misma se presentaba así en una carta que escribió al Santo Padre Benedicto XVI el día 26 de junio de 2006: 
“Santo Padre. Me llamo Iciar, soy una joven española de 23 años ... Pertenezco a una familia numerosa, soy la sexta de doce hermanos. Mi familia es el mejor regalo que me ha dado Dios porque en ella me han transmitido la fe, el amor a María, al Sagrado Corazón y a la Iglesia.   Pertenezco al grupo Schola Cordis Iesu, del Apostolado de la Oración. … Santo Padre, …Yo cada día en el Ofrecimiento diario del Apostolado de la Oración y en el Rosario pido por Ud. y por la Iglesia.  Muchísimas gracias, afectuosamente, Iciar Ganuza Canals”.

Iciar muere santamente el día 4 de Octubre de 2007, después de luchar durante año y medio con un cáncer.

I) SUS ÚLTIMOS DÍAS: 

“Sí, yo quiero pasar mi cielo haciendo el bien en la tierra” (Santa Teresita).
Los últimos días de la vida de Iciar en este mundo fueron muestra de la acción de Dios en ella, se mostraba muy palpablemente la Caridad:
Una semana antes de morir, el 25 de Septiembre, ella estaba ya muy débil, hablaba muy despacio, tenía continuos temblores, acababan de decirle que le quedaban pocos días de vida, y al preguntarle: ¿Quieres que les diga algo a la gente que está rezando por ti?, respondió: “No, creo que tengo todos los deberes hechos. Mi hermano Antonio agradeció de mi parte las oraciones de todos en JRC. Más adelante, tú les dices así: Iciar se ha marchado, quería despedirse de cada uno y agradeceros las oraciones a cada uno pero no era posible, así que me dijo que os dijera a todos que gracias por todo, y que desde el cielo pedirá por vosotros”.
La última novena que habíamos hecho pidiendo su fortaleza y curación era al Beato Pío IX. Ese mismo día bromeando decía: “Pío IX tenía muchos boletos para curarme, pero no ha sido así… lo mío está muy claro”. Después con aire serio preguntó: “¿como me preparo para esto?” Al escuchar la respuesta de que todos estos meses con la oración y los sacramentos ya le habían servido de preparación y que ahora tenía que pensar qué les iba a decir a Jesús y a María cuando se encontrase con ellos en el cielo, ella contestó sonriendo: “claro, claro” ¿Estas tranquila interiormente?: “Si, muy tranquila. Lo ofrezco todo. Hago varios ofrecimientos al día, la oración de las tres [de la divina Misericordia] y el rosario. Me gustaría ser más cariñosa con el Señor, con la Virgen, con mi familia, con los médicos y enfermeras, con la gente que viene a verme…” En ese momento se echó a llorar, viendo que no podía, pues estaba físicamente agotada. Eran los deseos del Amor de Dios que ya estaba viviendo y del amor del prójimo que era palpable. Cuando venía alguien intentaba sonreírle, quitarse importancia y preguntar qué tal él. Si venía una novia preguntaba por su novio, si una mamá embarazada por su embarazo, … “¿qué tal tu trabajo?”, “¿cómo estas?”..., olvidada de si misma. Decía: “Lo mío va a ser rápido, pienso en esos pobres enfermos que están 20 años así como estoy yo... ¡pobrecillos!”…

El “día 1 de Octubre, día de Santa Teresita, le pregunté: ¿Estas bien? “Sí, si no es por la fatiga, estoy bien, tengo paz”. Ese mismo día se confesó, con mucho fervor, totalmente consciente y con mucha paz y recibió la comunión que cada día le administraban en la clínica.
No quería hacer sufrir a nadie, días antes había dicho: “Yo me quiero ir al cielo, si no fuera por Julen [mi novio] y por mi familia, lo que más me hace sufrir es verles sufrir a ellos. Cuando ellos están delante intento no llorar para que no sufran más, … De todas formas sigo pidiéndole a Dios que me cure, aunque estoy convencida de que Él me quiere allí.” Ella notaba el dolor de su familia por la despedida, por eso se entiende su alegría cuando ese lunes día 1 de Octubre dijo: “¡Qué bien! Miguel [mi hermano] me ha dicho que se alegra de que me vaya al cielo. Me lo dijo ayer en una conversación”. 

Al día siguiente, día de los Santos Ángeles le pregunté: “¿Quieres confesarte?”, respondió tranquila y sonriente: “siempre va bien ¿no?... Ahora ya cada día…” . Se confesó consciente y al final se quedó mirando al crucifijo, lo señaló y dijo: mira, qué piadoso”. ¿lo miras mucho? “Sí” dijo. ¿Te ayuda? Sí mucho”. Te vamos a administrar la unción. Ella dijo: “Es la tercera vez”. Como diciendo a la tercera va la vencida. Y después dijo: “no sé cuánto tiempo me queda”. No te preocupes, lo que Dios quiera y Él está contigo. Rodeada de la familia recibió la unción, después rezamos juntos el Padre nuestro, el Ave María. Tras esto recibió la comunión, consciente de que era anticipo del cielo y ella iba repitiendo: “Te quiero Jesús”, “gracias Jesús”, “ayúdame Jesús”, “te ofrezco mi vida Jesús”. En ese momento se despistó, se le fue un momento la cabeza, luego vio a su hermano Pello y se acordó de Teresa su esposa (embarazada de gemelas) y de Lucía (sobrina de Iciar) y preguntó por las niñas, Pello le enseñó una foto de Lucía y sonrió. Después al preguntar por Teresa ella se acercó y puso la mano para  sentir a las niñas en el vientre materno y también sonrió.

Recibió la bendición Papal con indulgencia plenaria con el crucifijo grande de su cuarto que ella tanto había mirado, antes ella besó el crucifijo, primero en los pies, después en el rostro. Tras la bendición volvió a darle un beso en el rostro. Este sería de los últimos gestos conscientes que se le vio hacer, poco a poco fue perdiendo la cabeza. Esa tarde Iciar, inquieta físicamente, ya no respondía ni con la palabra ni con gestos, aunque parece que sí se enteraba. Con los ojos entreabiertos pero sin fijar la mirada, fue escuchando los cantos al Corazón de Jesús y a la Virgen,  las letanías, jaculatorias y las oraciones que su familia y amigos le dirigían. Así pasó todo el día tres de octubre hasta las cuatro de la madrugada del día cuatro en que su alma fue al encuentro de Cristo Misericordia. 


II) UNA CHICA NORMAL:
“soy demasiado pequeña para subir la dura escalera de la perfección” (Santa Teresita).
Los que la habéis conocido sabéis que Iciar era una chica muy normal, simpática, buena, alegre, bromista, inteligente, seria en sus estudios de historia y con una gran fe recibida de la familia que poco a poco iba creciendo en ella.  Pero a la vez no estaba exenta de las tentaciones y vanidades de este mundo nuestro, con defectos y miserias. Ella misma ha sido siempre consciente de su debilidad. Decía: “no soy una santa, he hecho tonterías en mi vida”. Al principio de la enfermedad ella, les decía a los médicos que si podían pincharle una vez en lugar de dos que lo hicieran y se quejaba cuando tardaban los resultados de las pruebas…, vamos algo normal. En los últimos meses, en una conversación con una amiga, a través del Messenger, al preguntarle hablaba Iciar de la Santidad.
-Amiga: “lo se...la santidad es lo primero Iciar, pero es que tu puedes enseñarnos tanto de la Misericordia divina si el Señor te mantiene con nosotros… pienso si te hace o no daño que te diga estas cosas”
- “Igual es mejor que no hablemos de esto por que te vas a pensar que soy buena y soy una petarda cualquiera, sólo que me toca pensar más, pues muchas veces las conversaciones de este tipo te llevan a vanidad. De esto se habla con el director espiritual”.
Cuando el 28 de Mayo pasado le dieron la mala noticia de que no había arreglo, porque crecía el tumor en los pulmones y se extendía en el cráneo... Ella dijo: “tengo paz, acepto lo que Dios quiera… me viene muchas veces a la cabeza la canción que se ha hecho con la frase de Santa Teresita: Lo que agrada a Dios de mi pequeña alma es que ame mi pequeñez y mi pobreza, es la confianza  ciega que tengo en su Misericordia”. Pedía muchas veces que le pusieran esta canción y era descanso para su alma.
Al contarle la eficacia de su ofrenda en muchas personas que se estaban ofreciendo, y muchas personas que estaban rezando las novenas, personas que antes no rezaban nunca, se alegraba mucho pero también decía: “¡qué vergüenza!, todos rezando por mí. Como si yo fuera protagonista” Al responderle que el que quedaba bien en todo esto era Dios. Ella se alegró y dijo: “Ah entonces sí”.
Al hablarle del milagro de Juan Pablo II al padre de un amigo sacerdote dijo bromeando:  “como yo soy muy amiga de la Madre Teresa de Calcuta, de Juan Pablo II y de Santa Teresita, a mí se me van a aparecer los tres.  Esta noche me iré a acostar pronto y ya os contaré si aparecen”, y se reía. Luego dijo ya en serio: “yo no me considero de la clase de personas a las que le puede suceder un milagro, porque yo tuve miedo de ofrecerme al Señor, cuando en Lisieux sentí aquel abrazo tan fuerte de Dios”.

III) DIOS FUE HACIENDO SU OBRA EN ICIAR:
“sentí un gran deseo de trabajar por la conversión de los pecadores” (Santa Teresita, 25 - XII-1886).
Iciar, ya con 19 años empezó a sentir un deseo mayor de que los que le rodeaban conociesen y amasen más al Señor,  y le pedía al Señor por ellos, y se ofrecía. Con esta preocupación de la salvación de los que Dios le había dado, fue hace dos años a la peregrinación a Colonia, al encuentro con el Papa. Al regresar de allí, la peregrinación pasó por Lisieux, lugar donde vivió y murió Santa Teresita. Iciar muy vinculada a esta santa, a su doctrina y a su vida (providencialmente muere en la octava de Santa Teresita, habiendo vivido como ella 24 años), entra en la basílica y se ofrece a Dios rezando el acto de ofrenda al Amor Misericordioso.
“Para vivir en un acto de perfecto amor, me ofrezco como víctima de holocausto a vuestro Amor Misericordioso,
suplicándoos que me consumáis sin cesar, dejando desbordar, en mi alma,
las olas de ternura infinita que tenéis encerradas en Vos y que, de ese modo,
me convierta en mártir de vuestro amor, ¡oh, Dios mío!”.
(Santa Teresita, 9 de junio de 1895)
Tras esto ella recibió una consolación muy fuerte que dio sentido sobrenatural a toda su ofrenda. La semana antes de morir a la pregunta de si se acordaba de lo que ocurrió en Lisieux respondió: “Sí perfectamente, el Señor me hizo arder por dentro, con un fuego muy intenso, dándome mucha paz. Recuerdo que cuando lo sentí pensé que Dios me iba a pedir algo muy grande, me dio mucha alegría y le dije que sí. Después me dio miedo y le pedí que me diera tiempo.  Ya me ha dado tiempo, dos años …. No me arrepiento de haberme ofrecido”.
“Llamo consolación cuando en el alma se causa alguna moción interior,
con la cual viene el alma a inflamarse en amor de su Criador y Señor,
… Asimismo cuando lanza lágrimas motivas a amor de su Señor,
… derechamente ordenadas en su servicio y alabanza;
finalmente, llamo consolación todo aumento de esperanza, fe y caridad
y toda alegría interna que llama y atrae a las cosas celestiales y a la propia salud de su ánima,
quietándola y pacificándola en su Criador y Señor”.
(San Ignacio de Loyola-Ejercicios Espirituales 316)

“No, Yo no me arrepiento de haberme entregado al Amor”.
(Santa Teresita, últimas conversaciones).

Al poco de recibir esta gracia ella sintió miedo, y aunque le repetía “no soy mía soy tuya y haz con lo tuyo lo que quieras”, se moría de miedo y se agobiaba pensando en la entrega de su vida, que tendría que dejar a su novio, a su familia y hacerse religiosa… y así estuvo mucho tiempo sin tener paz, hasta que en Mayo de 2006 le diagnosticaron el cáncer y entonces dijo: “Antes de esto no tenía paz y ahora tengo una paz y una alegría interior inmensa porque estoy segura de que estoy haciendo lo que Dios quiere”. Dios le pedía desprenderse de su novio y de su familia, pero de otra manera. Cuando entendió la voluntad de Dios, la aceptó con la fuerza que venía del mismo Dios.


Dios le fue dando su Fortaleza
“A mi me hizo fuerte y valerosa, me revistió de sus armas”.
(Santa Teresita, 25 - XII-1886).
Estando ya avanzada la enfermedad, decía: “Dicen que Dios te lleva en brazos en los momentos difíciles, pero a mi me parece que me lleva en coche y contándome chistes de lo feliz que soy,… Vaya tontería te acabo de decir, ya me perdonarás pero es que ya no son horas...” (Correo electrónico del día 16 de junio 2007 a las 12:56 de la noche, no podía dormir). El don de Fortaleza se manifestó mucho, especialmente en los últimos días, por la paz que ella tenía ante todo lo que iba ocurriendo. Esa fortaleza y paz la trasmitía ella a todo el que se acercaba.


Dios le llenó de Confianza en Él
“La confianza, y nada más que la confianza, puede conducirnos al amor” (Santa Teresita).
Estuvo hablando de su tumor y su metástasis en los pulmones, decía:  “Antes de saber lo de la metástasis aún confiaba en la solución médica, pero ahora ya sólo me queda confiar en Dios. Por otra parte es Dios el que me ha concedido tener una vida tan feliz … por eso tiene que comprender que ahora me cueste tanto dejarla y que le pida que no sea así, que quiero seguir con mi familia, realizar un futuro con mi novio Julen,  ... Pero estoy ofrecida a lo que Dios quiera" (16 de Junio a las 4 de la tarde 2006)

Dios le hizo aceptar Su Voluntad
“Procuro no preocuparme ya de mi misma en nada y dejar en sus manos lo que Él quiera obrar en mi alma””.
(Santa Teresita, carta 244 al abate Belliere- 21 - VI-1897).
Poco a poco su voluntad se iba uniendo cada vez más a la del Señor. En Agosto del año pasado decía en el encuentro nacional de Juventud en Pamplona: “Lo normal  es que yo hubiese estado con vosotros de voluntaria,… pero Dios me ha pedido otra cosa: [… ] un tumor, un cáncer”. En Febrero de este año a los jóvenes que iban de peregrinación a Fátima les mandó una carta diciendo: “Por favor pedid también por mí a nuestra madre, nuestra Señora de Fátima, para que me cure y otro año vuelva con vosotros a verla o para que me ayude a ser fuerte y me reciba en el Cielo”.
A los amigos más cercanos les iba comunicando el estado de su enfermedad, así el 1 de Junio de 2007, a los que rezaban por ella les decía: “Como veis seguiremos luchando con todos los medios que el Señor nos ponga en nuestras manos, pero más que nada seguiremos confiando en su Misericordia. Cielo, enfermedad larga o curación, lo que Él disponga será lo mejor y ahora más que nunca nos sentimos totalmente abandonados en su Corazón”. Y el 30 de Agosto en una conversación decía: “Si Dios me cura quiero ser santa y hacer cosas por Él y por los demás, y si no me cura y me toca ir al cielo desde allí seguiré pidiendo por todos vosotros”.

Querer lo que Dios quiera
Este querer lo que Dios quiera se muestra en una conversación que tuvo el pasado 15 de Marzo (2007) con una amiga suya a través del Chat, hablaban:
-Iciar: [¿qué tal] tu novio?          
-Amiga: Mi novio muy bien, pero..Iciar...hemos pasado una temporada muy mala.
-Iciar: ¿y ya  mejor?
-Amiga: Bueno..se supone..pero no sé Iciar.....lo he rezado mucho...y es que es muy largo..pero tenemos que ver si Dios nos quiere juntos  o no…
-Iciar: yo también he tenido que rezar mucho lo de Julen [mi novio]
-Amiga: Te entiendo mucho. ¿y cómo has conseguido verlo? ¿con el tiempo o por una gracia del Señor?
            -Iciar: “Rezando mucho, ofreciendo muchos sacrificios por él y sobre todo poniéndolo en manos del Señor. Dile: lo que Tú quieras, y si no quieres esto ayúdame”
-Amiga: Vale...seguiré ese modo. Ya se lo digo, sólo quiero hacer lo que Él quiera. Me está dando muchos comederos de cabeza.
Iciar: Es difícil porque yo ahora tengo que querer estar enferma. Pero sólo eso te da paz.
-Amiga: ya...tu situación es muy difícil. ¿Cómo es eso de que tienes que querer estar enferma?
-Iciar: Si Dios me quiere enferma pues tengo que querer lo que El quiera. Pero tiene truco: le pido que me quiera sana.
-Amiga: ja, ja!! qué graciosa eres! …Es muy difícil lo  que vives, pero tienes la suerte de vivirlo a Su lado. Me encantaría que sigas siendo tan fuerte como eres.
-Iciar: Espero que Dios me siga ayudando.
-Amiga: sí.....claro que va a seguir,… ¿sientes mucho Su ayuda Iciar?, ¿ le sientes cerca o te cuesta?
-Iciar: pues si y no es de broma, soy súper feliz
-Amiga: ¡que suerte!... ¡cómo  me alegra leer eso!, eso es envidiable..y ¿qué sientes?
-Iciar: no sé, es que toda la vida me ha bendecido, tengo de todo lo importante: mucho amor y fe,
no me da miedo morirme.
-Amiga: ¿no te da miedo?
-Iciar: no, me da pena dejarle a Julen solito. Cuando pensé en dejarlo, Dios me dio fuerzas y me recordó: "¿qué tienes tú que no hayas recibido?”. Sentía que Dios me quería con él y que tenía que aprender a confiar. Sí, ahora me toca confiar en que si me muero Dios le puede hacer feliz sin mí… la vida son continuas pruebas de confianza.
-Amiga: ya... eso es difícil...¿tu piensas que sanarás Iciar?
-Iciar: Si Dios quiere mañana estoy curada. Si no, será para bien. Aunque me da una pena [enorme]. Quiero vivir, pero prefiero irme al cielo ahora con 24 que luego apartarme de Dios. No me vale de nada la salud sino me vale para crecer en santidad.
-Iciar: Tú mucho ánimo. Irás viendo en la oración. Tú si ves que Dios te da paz con lo de tu novio, confía, …si no, confía en que dejarlo es lo mejor aunque sufráis. Soy fría porque no le conozco, lo siento, se que lo estarás pasando mal…


Dios le enseñó a ofrecerse con Él
 “Sí, me doy cuenta, más que nunca, de que Jesús está sediento.
Entre los discípulos del mundo, sólo encuentra ingratos e indiferentes,
y entre sus propios discípulos ¡qué pocos corazones encuentra
 que se entreguen a él sin reservas, que comprendan toda la ternura de su amor infinito!”
(Santa Teresita)
           
Jesús le fue uniendo a sí: “Me quedo muchos ratos mirando a la cruz que hay en mi habitación y esto me ayuda”. Ante esa cruz, que señalaba en cada cambio de habitación, es ante la que recobraba sentido todo. De ella recibía la fuerza para decir: “Cada pinchazo, cada momento en que se me pinzaban nervios en la pierna... lo ofrezco por una persona, o por una intención” (Iciar 16 de Junio 2006).
El 5 de Agosto del 2006, ya con la metástasis en los pulmones, decía en la Catedral de Pamplona ante cientos de jóvenes: “hemos de darnos cuenta que tenemos mucha suerte de tener fe, pues esta nos hace tener la esperanza en el cielo, entender que estamos aquí de paso y que tenemos que vivir mirando al cielo y eso te ayuda a llevar la enfermedad [como cualquier cruz que toca sufrir]. Doy gracias a Dios que me ha dado la fe y a mi familia que me la ha trasmitido (…)
El sentido de esto: Como Jesús nos salvó por medio de la Cruz así nosotros podemos ofrecer los sufrimientos, yo los ofrezco por un montón de cosas, la gente me dice reza por tal, o por cual, y yo los ofrezco por eso y Dios te escucha, es muy grande que Dios, que lo puede todo, se valga de nosotros que somos tan poca cosa, tan inútiles, para ofrecer cualquier cosa: las amas de casa, su trabajo; los estudiantes, el suyo; yo que estoy enferma, lo mió…”(aquí se emocionó)  “y de verdad se ve que da resultado. Dios coge esas cosas y hace pequeños milagros. Gente por la que yo rezo, amigos ateos de la universidad que han ido a poner una vela a la Virgen, o gente que no sabía rezar y que está rezando, hay tantas cosas por las que rezar: Por la paz, por los pecadores, por la Iglesia, por los sacerdotes, …y saber que con el día a día a Dios ya le vale, tenemos mucha suerte”.
Yo le pido al Señor que me cure, no quiero que parezca que me quiero morir, quiero curarme y se lo pido con lágrimas, y a la Virgen, pero que también son momentos de prueba en los que uno dice: ¿pero Dios me quiere y me hace esto?…, pero hay que entender que los momentos duros son cosas que Dios nos manda por nuestro bien y que aunque no lo entendamos… ¡que confiéis en Dios! Yo nunca había dudado de Su Amor, siempre había tenido todo lo que había querido. He tenido amigos buenísimos, una familia buena, un novio bueno, nunca me había faltado de nada,… y no vale estar seguro del Amor de Dios en las cosas buenas, y en las malas no. Supongo que Él entiende que dudemos en las cosas malas, pero tenemos que confiar, la Virgen nos ayuda y Él nos va dando fuerzas cada día, Él nos ayuda” (5 de Agosto del 2006).
           
Iciar tenía tan asumido el sentido del sufrimiento, que hasta bromeaba sobre ello. Le decía a su hermano seminarista riéndose: “Vamos a hacer prácticas… Yo soy una chica que me estoy muriendo de cáncer y te pregunto: ¿cómo puede ser que Dios sea bueno y me quiera si me trata así?... A ver, contesta”.
Antonio, su hermano seminarista, le decía: “Vamos Iciar, no hagas eso…” como diciendo “no juegues con eso…”. Ella riéndose respondía: “Tienes que estudiar más…Je, je, je”. Ella tenía resuelto este tema uniéndose a Cristo en la Cruz.

Un día me envió por correo electrónico un poemilla que había encontrado y que desde entonces rezaba. Lo introducía así: Te mando la oración que me ha gustado tanto y que suelo hacer, y el nombre de la autora no es conocida, pero no me la he inventado, eh?”.

Si para que yo te alcance
y me concedas tu AMOR
tienes que entrarme en tu Noche,
aquí me tienes, Señor.
Si para que el mundo sepa
que Tú estás en el dolor
tienes que inmolar mi cuerpo,
aquí me tienes ,Señor.
Si para que el hombre vea
tu paternal protección
tienes que dejarme sola:
aquí me tienes ,Señor.
Siempre me has hecho dichosa
me has dado tu comprensión
has enjugado mis lágrimas,
concedido tu perdón.
Hoy, después de tantos años
sólo tengo esta ambición:
decirte sinceramente
“aquí me tienes, Señor”. Amén.
Mercedes Fernández del Pino

Le hizo apóstol de la palabra y del sufrimiento
“Tengo la vocación de apóstol,… quisiera ser misionero,…mártir…” (Santa Teresita).
En aquella carta que escribió a los jóvenes camino a Fátima les decía: “Estaré estos días ofreciendo mi enfermedad por cada uno de vosotros, para que descubráis el Amor que Cristo y María nos tienen, que es lo que a mí me da la fuerza cada día para seguir luchando y es lo que a vosotros os mantendrá en pie cuando lleguen momentos de sufrimiento”.
Iciar tenía gran cariño a la Virgen María, rezaba siempre el rosario en familia, llevaba siempre el escapulario de la Virgen del Carmen y le gustaba mucho peregrinar a sus santuarios: Iciar, Lourdes, Fátima…con pena de no poder ir con ellos esta vez les exhortaba: No dejéis de mirar a María, aprovechar bien estos días para descubrirla por primera vez o de nuevo, ella os llevará a Jesús y cuando volváis a casa intentar mantener lo que habéis vivido aquí rezando cada día un ratito e intentando evitar aquellas cosas que os alejen de Dios y que os quitarán la Paz y la Alegría que solo Dios te da” (Febrero 2007).
Olvidada totalmente de si se preocupaba por la fe de los que rezaban por ella: “Me preocupa la gente que no teniendo mucha fe, está pidiendo por mí y haciendo las novenas  pidiendo para mi fortaleza y curación, Me alegro que las hagan pero pienso que si no me curo, igual es contraproducente y dejan de rezar. No se dan cuenta de que aunque no me cure Dios me está dando mucha fuerza para llevar todo esto, y eso también lo están pidiendo, y es un gran milagro que Dios me concede”. (28 de Mayo de 2007).

«Os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca» (Jn 15, 16).
 “Después de mi muerte, haré caer una lluvia de rosas” (Santa Teresita).

Son muchos los frutos que hemos ido viendo a lo largo de estos meses de ofrenda de Iciar, y los seguimos viendo ahora. Muy especialmente frutos de santidad y de crecimiento interior. Son muchos los que viendo la entrega de Iciar han recibido gracia interior y han perdido el miedo a entregarse de verdad.
Lo que hemos visto de Iciar nos habla a todos de la acción de Dios en un alma pequeña, que se olvida de sí misma para confiar totalmente en El y es capaz de vivir con paz y convirtiendo en ofrenda de amor lo que a los ojos del mundo es una tragedia.
Iciar es fruto de la Gracia Misericordiosa del Corazón de Cristo y nos habla de que haciéndonos pequeños, humildes y confiando en Dios, todos podemos llegar a la Santidad, al Amor pleno de Caridad.
Ojalá que hoy todos pasemos a ser, ante Dios, una de esas “almas pequeñas, instrumentos y víctimas del Amor Misericordioso de Dios” que conscientes de nuestra “pobreza” y  con “una esperanza ciega en Su Misericordia” le digamos llenos de Amor al Señor como tantas veces le decía Iciar : “no soy mío, soy tuyo y haz con lo tuyo lo que quieras”.
Él estará con nosotros todos los días dándonos su Fuerza y su Paz, y podremos cantar llenos de alegría aquí y en el cielo: “Dad gracias al Señor porque es bueno, por que es eterna su Misericordia”.

Santiago Arellano Librada, hnssc