domingo, 30 de octubre de 2011

Exterior / interior


"¡Poderse ver desde fuera! ¡Poderse ver desde fuera! Esto he deseado muchas veces" "¡Dejar un nombre! (...) Parece imposible que se ame más al nombre que a sí propio. He aquí la forma de la mortal esclavitud que hace que sacrifiquemos nuestra realidad a la apariencia que de nosotros hay en las mentes ajenas, que sacrifiquemos nuestro propio ser al concepto que de nosotros se ha formado el mundo"  
 
Esto se decía Unamuno a sí mismo en una de sus reflexiones. Por importarle demasiado lo que los demás piensen de él y por buscarse a sí mismo desde fuera, mirándose a sí mismo desde fuera (como los demás le ven), acabó por perderse a sí mismo. S. Agustín ante un dilema parecido encontró una solución muy diferente:

"No vayas afuera, entra dentro de tu alma, porque en el hombre interior habita la verdad; y, si hallares que tu naturaleza es mudable, trasciéndete a tí mismo, más no olvides que, al remontarte sobre las cimas de tu ser, te elevas sobre tu alma, dotada de razón. Encamina, pues, tus pasos allí donde la luz de la razón se enciende. Pues ¿adónde llega todo buen pensador sino a la verdad?"

lunes, 24 de octubre de 2011

Castillo de Acher

Esto que veis es el Castillo de Acher, un pico del pirineo aragonés. Ayer me fui con unos amigos a subirlo... hoy casi no puedo ni andar.

Hay que decir que es precioso, un paisaje magnífico. La primera mitad de la subida se hace entre árboles, atravesando un bosque que, tengo que reconocer, no sabía que pudiera tener tantos colores. A partir de ahora, cuando me hablen de un bosque, se acabó el imaginarme un montón de troncos marrones con copas verdes, nada más lejos que eso. Una inmensa gama de amarillos, marrones y verdes te acompaña a lo largo de ese tramo del camino.

Empezamos a un ritmo más alto del que yo iba a poder aguantar, pero los compañeros con los que fui no tuvieron problemas. Cuando estábamos llegando al final del bosque, yo me empecé a sentir agotado, las piernas me pedían parar. Miré el reloj y vi que llevábamos unos 50 minutos "lo que me queda" pensé (me dijeron que eran unas tres horas de subida). Poco después de salir del bosque la cosa se puso muy cuesta arriba y me desfondé. Tuve que parar mientras que los demás siguieron subiendo; aunque no de ellos se quedó conmigo. Ya me iba dando cuenta de algo más o menos evidente: no iba a llegar a la cima. No habíamos llegado a la mitad y yo ya no podía más.

Comí algo y bebí un poco de agua. Dicen que me dio una "pájara", vamos, que me quedé sin energías. Aprendí que cuando vas al monte la clave es encontrar tu ritmo, no todos pueden ir al mismo, y si intentas ir más rápido te pasa lo que a mí, que te vienes abajo. "Si encuentras tu ritmo puedes subir lo que sea" me dijo el que se quedó conmigo. Reanudamos la marcha. Yo ya pensaba "bueno, llegaré hasta donde pueda", me daba rabia no llegar hasta la cima, pero si no se puede no se puede, y alas todavía no he desarrollado.

Empecé a ir a un ritmo más lento, yo por mi cuenta y los demás por delante. Pasito a pasito y con breves paradas para contemplar lo que dejaba a mis espaldas, finalmente conseguí llegar a la cima. Una experiencia increible que aconsejo a todos. Subí la última piedra y allí estaban mis compañeros, contemplando el paisaje. El viento casi te hacía volar, pero las vistas y la sensación de estar ahí arriba después de haberlas pasado canutas mereció la pena.

viernes, 21 de octubre de 2011

Contra el argumento ontológico

Ya expuse hace unos días el argumento ontológico de S. Anselmo. Lo he estado estudiando un poco, y esto significa que he tenido que leer objeciones y respuestas a este argumento de distintos filósofos. Como ya dije, prácticamente todos los grandes filósofos hasta la modernidad lo han aceptado como bueno, pero Kant y Sto. Tomás no son de ellos.

Durante el tiempo que estuve leyendo sobre él pasé por ambos bandos: ahora me lo creo, ahora no, ahora me convence, ahora no… Cambié de opinión varias veces, pero ahora creo haberme asentado firmemente en una de ellas: el argumento ontológico es una falacia, es falso.

S. Anselmo y Descartes entre otros dirían que Dios es lo máximamente pensable, lo más perfecto que se puede pensar, y como existir es más perfecto que no existir (una isla que existe es más perfecta que una que no existe), necesariamente Dios existe. A esta forma de pensar se le puede atacar dos puntos: el que ataca Sto. Tomás y el que ataca Kant; aunque en parte están atacando lo mismo. Se trata más bien de atacar el mismo punto desde distintos ángulos.

El medieval diría que hay que separar la realidad externa, la “de fuera”, de los pensamientos. No es lo mismo lo que pensamos y la realidad externa a nuestros pensamientos. Podemos pensar que Dios es perfecto, pero que en realidad no sea así. Es posible que la realidad sea diferente a como nosotros la concebimos mentalmente. Se trata simplemente de darse cuenta de una cosa: nuestra mente es imperfecta. Nosotros concebimos mentalmente que Dios es perfecto, por tanto le corresponde mentalmente la perfección, pero no le corresponde realmente la perfección, es decir, que eso en lo que pensamos, y que pensamos como perfecto, no tiene por qué existir.

Por otro lado, Kant argumentaría lo siguiente: Dios es lo más perfecto, es cierto, pero el error está en creer que la existencia es una perfección más. Los ontologistas (defensores del argumento ontológico) afirman que como existir es más perfecto que no existir, entonces Dios debe existir. Pero esto sería poner al mismo nivel la existencia y otras perfecciones, como pueden ser la omnipresencia, o tener sabiduría infinita, o poder infinito. Pero la existencia no es una perfección más que esté equiparada a esas, sino que es la base necesaria para que se den esas perfecciones. Es la “condición sin la cual” no se pueden dar las demás perfecciones.

La idea sería, aunque suene un poco absurdo, que Dios es perfecto si existe, porque si no existe no es perfecto. Parece lo más evidente, y es así, es evidente, pero el argumento ontológico te puede hacer olvidarlo, tiene algo que lo hace sumamente creíble si lo piensas a fondo. Pero repito: hay que pensarlo. Igual que para descubrir por qué es falso, la clave está en interesarse y pensar uno mismo y sacar conclusiones.


Cuando pensamos en las cosas las pensamos bajo el supuesto de que existen. Si te piden que pienses en una isla la piensas con arena, árboles y un montón de cosas materiales. Esas cosas realmente no existen, esa isla no existe, pero tú la piensas como si existiera, para poder imaginártela bien. No piensas en la isla como “isla simplemente pensada”, sino como real. Con Dios sucede lo mismo: pensamos en Dios como existente y de ahí deducimos que existe, pero porque lo pensamos desde un principio como existente.

Es posible que no se entienda nada de lo que he dicho, pero si dedicáis un tiempo a reflexionar sobre ello creo que os sorprenderéis a vosotros mismos.

miércoles, 12 de octubre de 2011

El árbol de la vida

¿Por qué el dinosaurio grande no se come al pequeño? Al terminar la película esta duda me carcomía por dentro. Bueno, seamos sinceros, muchas otras dudas rondaban mi cabeza al terminar. Ya me habían dicho que ésta era una película curiosa. Me habían dicho que es de esas que pueden causar dos reacciones, y sólo dos; repulsión o admiración; o bien te encanta (en el sentido más literal de la palabra "encantar") o bien te aburre soberanamente. De hecho también me habían dicho que mucha gente se sale del cine en medio de la película. Le pregunté a un amigo que ya la había visto que si le había gustado, y me contestó que no lo sabía, que no sabía si había visto una auténtica basura o una auténtica obra de arte.

Yo creo que entendí bastantes cosas, pero lo que es seguro es que otras muchas se me escaparon. Tiene mucha simbología, metáforas, etc (sobre todo bíblicas). Y juega mucho con el espectador. Sin embargo, y a pesar de todo, me parece que habla muy bien de algunas de las cuestiones más importantes de la vida: la creación, el mal, la vida, Dios... Es sin duda una forma nueva y original de hablar de ellas. Ya sé que no digo nada nuevo, que en cualquier página de cine encontraréis esto que digo y más, pero me impactó tanto que no he podido evitar comentar algo.

Aunque se anuncia como una película "para todos los públicos", no es más que una mentira. Creo que el porcentaje de gente que puede verla es muy pequeño. Y además resulta muy difícil determinar cuál es ese público apropiado para esta película. Supongo que es para aquellos que ahora o en algún momento hayan buscado a Dios, para aquellos que le han perdido y le han vuelto a encontrar, o que aún siguen buscando. Creo que es para aquellos que piensan que la vida tiene algo más que siestas y Coca colas, que trasciendan un poco (o mucho). Y aún así, no todos los que sean así podrán verla, porque es curiosa  no sólo por el tema, sino, sobre todo, por la forma de tratarlo. Es importante, creo, haber tenido ya cierto contacto con el cine “No-Hollywood”, y además tener cierta sensibilidad estética, un poco de afinidad por lo artístico.

Si te gustan las rarezas cinematográficas, te gusta trascender, y estás dispuesto a ver una película sin disparos ni sexo… ¡Adelante! 

lunes, 10 de octubre de 2011

El argumento ontológico

Lo siento mucho querido caminante, pero aquí viene un poco de ardua metafísica. Este semestre tengo teodicea, es decir, filosofía de Dios, que no es lo mismo que teología, o “estudio de Dios”. Son cosas diferentes, pero bueno, no es eso lo que ahora me importa. Lo que ahora me importa es el argumento ontológico.

¿Onto-qué...? Ontológico, pero tampoco voy a entrar al significado de la palabra "ontológico", sino que voy a pasar directamente a explicar este argumento. Se trata de un argumento que muchos filósofos han aceptado como bueno para demostrar que Dios existe, al menos hasta la modernidad. Sin embargo, dos de los más grandes filósofos de la historia, como son Sto. Tomás y Kant, lo rechazan; lo cual da que pensar.

De hecho, vamos a pensar… piensa por un momento en Dios. No importa lo que creas, o lo que pienses, o lo que comas los martes por la noche. Piensa en Dios ¿Cómo es? puff... es complicado, ¿Alguien que está por encima de las nubes y que nos observa y nos oye los pensamientos? bueno, es una forma de verlo, pero hay una cosa que es segura: Dios es perfecto. Sea lo que sea la perfección, Dios tiene que ser perfecto. Si el Dios en el que has pensado no es perfecto, vaya birria de Dios (con perdón) te has imaginado. Por tanto, si nos imaginamos a Dios lo imaginamos como perfecto.

Ahora imagínate a Dios existiendo y luego imagínate a Dios sin existir. Ésta es la gran pregunta de la humanidad ¿Dios existe o no existe? pues bien, piensa en las dos posibilidades, primero en una y luego en otra (si eres capaz de pensar en las dos a la vez adelante, pero no sé si el experimento funciona...). Y después de haber pensado en esas dos posibilidades pregúntate, como hizo S. Anselmo hace unos cuantos siglos, cuál de esos dos dioses que te has imaginado es más perfecto, ¿el que existe o el que no existe? La respuesta parece clara: un Dios que no existe directamente no es nada y el que existe no es que sí sea algo, es que lo es todo. De hecho es perfecto, y más perfecto que el que no existe.

Por tanto, si cuando pensamos en Dios nos damos cuenta de que tiene que ser perfecto, y también nos damos cuenta de que existir es más perfecto que no existir... entonces ese Dios en el que pensamos, que es perfecto, tiene que existir, porque si no, no sería perfecto. Pensar en un Dios que no existe sería pensar en un Dios imperfecto, pero eso es contradictorio, un Dios imperfecto no es Dios.

Es decir, que del pensamiento de Dios se sigue la perfección de Dios, y de la perfección de Dios se sigue la existencia de Dios. Por tanto, del pensamiento de Dios se sigue su existencia. Esto es lo que diría S. Anselmo. Diría que cuando pensamos en Dios estamos pensando en lo más alto que podamos pensar (“aquello mayor de lo cual nada se puede pensar”). No podemos pensar nada más perfecto que Dios; por eso, en realidad no podemos pensar en un Dios que no exista (Se entiende que Zeus, Atenea y todos sus amigos no son dioses realmente, pues no son todopoderosos, únicos, omnipresentes…) No podemos pensar en Dios-sin-existir porque no estaríamos pensando en Dios, pues eso en lo que pensamos no sería perfecto y no sería Dios. Por tanto, de que podamos pensar en Dios se sigue necesariamente que existe.

Este es el argumento ontológico. Ojalá me haya explicado y se me haya entendido. Reconozco que al principio parece absurdo, como que no convence, pero si lo piensas un poco a fondo resulta mucho más convincente que a simple vista. Cuando me lo explicaron en bachillerato me pareció una tontería, pero al estudiarlo en la universidad, y no sólo estudiarlo, sino también pensarlo yo mismo, me convenció y me lo creí durante un corto tiempo; tras darle más vueltas, y al pensar también en lo que responden Kant y Sto. Tomás a S. Anselmo, creo haber descubierto la verdad, al darme cuenta de por qué el argumento ontológico es falso. Pero esto lo colgaré en otra entrada en un par de días, por el momento piensa en el argumento ontológico, y piensa si te convence o no. Pero eso sí, no lo rechaces a simple vista por parecer absurdo, examínalo a fondo, si te interesa, y no hables de él sin conocerlo, pues de lo contrario serías tú el absurdo.

domingo, 2 de octubre de 2011

Eres grande...

Te gusta la filosofía en forma de poesía, y llevado hasta los días concretos de nuestra vida. Filosofía y poesía en el aquí y ahora. Gracias Miriam, me ha encantado este poema de HenryWadsworth Longfellow.