martes, 28 de agosto de 2012

San Agustín

Si me preguntárais por una persona a la que me gustaría conocer por encima de cualquier otra, sin contar a Dios ni la Sagrada Familia, claro está, creo que no dudaría en contestar que sería San Agustín. Hoy celebramos su memoria en el calendario litúrgico, justo un día después de celebrar Santa Mónica, su madre. Personalmente le descubrí hace un par de años, aunque ya había oído algunas frases suyas que me habían encantado. Fue leyendo unos textos que me mandaron para una clase de la universidad; lo que me impresionó de aquellos textos fueron las preguntas que se hacía, y no por ser las típicas preguntas metafísicas y abstractas de cualquier filósofo, sino por ser precisamente sencillas, preguntas que se podría hacer cualquier cristiano, pero que muchos no nos atrevemos a hacerlas por miedo a la respuesta, por miedo a que la razón nos lleve a conclusiones contrarias a lo que creemos. S. Agustín no tenía miedo alguno precisamente por la sobreabundancia de fe. Por un lado Dios es La Verdad y por otro la razón bien utilizada nos lleva a la verdad, conclusión: no hay conflicto alguno entre la fe y la razón, no hay que tener miedo a pensar las cosas porque si Dios existe, él es el inventor de la razón.

Esa "valentía filosófica" fundada en la fe y esperanza cristianas es lo que me hechizó. La verdad es que ni me acuerdo de qué preguntas eran ni de la solución que dio, pero eso es lo que menos importa. No mucho tiempo después me aventuré a leer sus confesiones, un libro que recomiendo a todos, y de él copio este fragmento que tanto me fascinó cuando lo leí, en parte por lo identificado que me sentí en el momento de leerlo:

"Ni mis deseos eran ya de cosas materiales ni las buscaba a la luz de este sol con mis ojos de carne, porque los que quieren gozar de las cosas de fuera se quedan vacíos en seguida, y se pierden entre las cosas que miran, se hacen como ellas caducos y viejos, y van con su hambriento espíritu lamiendo sus falsas imágenes del bien. ¡Si desfallecieran de hambre y dijeran "Quién nos mostrará las cosas buenas?" Nosotros les diríamos y ellos nos oirían "¡Ha sido impresa sobre nosotros la luz de tu rostro, Señor!" Porque no somos nosotros la luz que ilumina a todo hombre, sino que somos iluminados por Dios, para que los que fuimos en otro tiempo tinieblas seamos ahora luz en Dios.

¡Si ellos viesen aquella luz interior eterna que yo vi! Y porque la había visto, gritaba por no poder mostrársela. Si puediera ver su corazón y me dijeran "¿Quién nos hará conocer las cosas buenas?" Porque era allí mismo donde yo me había airado interiormente, en mi corazón, donde yo había sentido el dolor y había sacrificado, dándole muerte, mi hombre viejo, donde, iniciando el nacimiento de mi hombre nuevo, confiaba ya en Dios, allí era donde Dios me había empezado a ser dulce y a alegrar mi corazón.

Y gritaba al leer estas cosas (se refiere a unos salmos), y las hacía mías; y no quería ya dispersarme entre las riquezas de la tierra, devorando cosas de tiempo para no ser luego devorado por el tiempo, porque ya tenía en mí, en la eterna Simplicidad, otro trigo, otro vino y otro aceite con que alimentarme".

 (Las Confesiones. San Agustín, Cuadernos palabra 19ª edición, Madrid 2007. pp. 217-218)

martes, 21 de agosto de 2012

Medjugore 2012

Otro año que no he podido ir a ese sitio y en ese tiempo en el que el cielo y la tierra no son tan diferentes. Por suerte he tenido a mi hermana allí representándome a mí también. Pero haya estado o no este año, lo que no puedo evitar es lo mismo de siempre, y es que se me pongan los pelos de punta cuando veo videos como este, que me recuerdan lo que allí viví un día, y que me reafirman en lo que vivo hoy.

sábado, 4 de agosto de 2012

Libre albedrío y bocatas de chorizo

"Tú, como católico, no debes creer en la libertad". No sé si con esa frase buscabas realmente la verdad o si era tan solo una tentativa para provocar mi respuesta. Dejando de lado cualquier tipo de ironía o pregunta retórica, he de decir que ciertamente lamento que cuchillo tal no hubiera volado antes; pues la conversación no tuvo la oportunidad de prolongarse demasiado.

El argumento, si no lo entendí mal, es el siguiente: los católicos creemos en Dios, que entre otras muchas cosas es omnisciente, es decir, que tal y como lo define la RAE posee "conocimiento de todas las cosas reales y posibles". Comúnmente decimos que Dios lo sabe todo, lo que significa que sabe qué decisiones voy a tomar, pongamos por ejemplo que sabe si yo hoy voy a merendar un bocadillo de chorizo o si lo voy a tomar de jamón y queso. Suponiendo que yo sólo voy a tomar un bocadillo (una suposición claramente precipitada), o bien lo tomaré de chorizo o bien de jamón y queso, pero no los dos (ni a la vez ni uno después de otro). La cuestión es la siguiente, si yo finalmente decido tomar el de chorizo, Dios ha sabido desde la eternidad de las eternidades en que vive que yo iba a decantarme finalmente por el chorizo. Por tanto Dios, antes de que yo eligiera, sabía que iba a elegir el chorizo, y por tanto yo no podría haber elegido otra cosa que no fuera el chorizo, y por tanto mi acción estaba determinada. Conclusión, no soy libre.

Si en algo he formulado mal el argumento pido que se me corrija. Si lo he formulado bien seguiré con lo que creo que puede ser una respuesta.

Empezaré con una pequeña paradoja: a Dios no nos atrevemos a quietarle la libertad de entre sus propiedades, y de hecho diríamos que Dios es sumamente libre, pues si Dios está obligado a hacer algo entonces no es Dios. Bajo la hipótesis de que el Ser Absoluto exista, ha de ser necesariamente libre. Entonces tenemos a Dios, que es libre y además omnisciente, siguiendo en la misma vía del argumento anterior, Dios sabría qué cosas va a hacer antes de hacerlas y por tanto no sería libre, pero Dios ha de ser libre... paradoja.

Me atreveré a decir, como a mi amigo Gabriel le gusta decir, que "¡las paradojas no existen!", lo cual es una pena porque no hace mucho tiempo me consagré como buscador de paradojas. Me temo que mi propia exclamación me deja en el paro. En cualquier caso diré por qué creo que realmente no es una paradoja lo que he argumentado en el párrafo anterior.

Estamos dando por hecho que el conocimiento de un hecho concreto es lo que lo determina, pero es en todo caso al revés, son los hechos los que determinan nuestro conocimiento. Intentaré explicarme, aunque ciertamente no me veo muy capaz. Si nosotros conocemos, conocemos cosas, es decir, que no existe el conocimiento a secas, sino que el conocimiento es siempre sobre algo, es lo que a muchos filósofos les gusta llamar "intencionalidad del conocimiento". Tenemos por tanto dos cosas, el CONOCIMIENTO de algo por un lado y por otro el ALGO conocido. Supongamos que dentro del "algo" introducimos la acción de alguien, de esta manera lo que tenemos es el CONOCIMIENTO de una acción y la ACCIÓN conocida. Tenemos por tanto dos cosas diferentes, la acción y el conocimiento (respectivamente, tomarme el bocata de chorizo y el hecho de que Dios sepa que yo lo voy a tomar).

Puede existir ALGO sin CONOCIMIENTO, pero no puede haber CONOCIMIENTO sin ALGO. Aunque no lo parezca, a esto me refería al decir que no es el conocimiento el que determina los hechos concretos sino los hechos los que determinan el conocimiento. Existen dos planos diferentes, el de la realidad (el de los "algos", el de las acciones, el de los hechos concretos) y el del conocimiento que versa sobre ese otro plano que es la realidad.

Si la libertad existe, en principio lo colocaríamos en el plano de la realidad, concretamente en el de las acciones, las acciones serán o no libres completamente al margen de qué conocimientos existan en el universo. Me da igual que un científico descubra ahora los agujeros de conejo y gracias a ellos pueda ver el futuro y pueda, al igual que Dios, saber si voy a comer chorizo o jamón y queso, mi elección no deja de ser libre por ello, (Además algo así no lo creo posible), ese científico sabrá lo que yo he elegido, pero eso no me niega la elección, ese científico no me roba la libertad por el mero hecho de conocer. Enhorabuena por él, pero él no ha tenido nada que ver en mi decisión de elegir el bocata más jugoso y grasiento de los dos. Si mi libertad existe, entonces tiene que ver conmigo y no con nadie más. Más a tener en cuenta si hablamos de Dios, que es quien nos ha dado la libertad y es quien pretende respetarla hasta sus últimas consecuencias. Sé que suena fuerte, pero lo creo verdadero, Dios no puede, o más bien no quiere, quitarnos la libertad, lo que no impide que Él siga siendo omnisciente y tenga completo conocimiento de esas elecciones que hemos elaborado desde nuestra completa libertad. Gracias a Dios una cosa no quita la otra.

"Pero en cierta medida estás determinado", creo que me dijiste. Yo creo que no, lo que estoy es conocido, completamente conocido por Dios, más conocido por Dios que por mí mismo, pero no determinado, son cosas diferentes. El conocimiento de Dios no determina mi acción, sino al revés, (Perdonadme si esto es herejía) mi acción determina el conocimiento de Dios. Si yo hubiera elegido el jamón y queso, entonces Él conocería esa elección desde la eternidad.

Es señal de que una persona no entiende bien algo cuando necesita escribir mucho para explicarlo, así que creo que queda científicamente demostrado que no termino de entender lo que he intentado explicar. Mi intención es siempre acercarme un poco más a la verdad y acercar a otros en la medida de lo posible; me conformo con que esta entrada haga pensar al lector sobre estos temas y que por medio de su propio razonamiento y de la Gracia de Dios pueda acercarse él mismo a la verdad y, si no es muy egoísta con sus posesiones, que comparta conmigo sus descubrimientos.

Quién me iba a decir que de tanto escribir al final no merendaría, se me ha hecho tarde, y creo que ya me espero a la cena. Al final ni bocata de chorizo ni bocata de jamón y queso. ¿Sabría Dios que al final sucedería esto? Finalmente, después de estas mil palabras, me he quedado tanto sin una argumentación sólida como sin una merienda igualmente sólida. Creo que voy entendiendo por qué muchos piensan que la filosofía no sirve para nada.