Introducción y conclusiones de un trabajo sobre Blaise Pascal

BLAISE PASCAL
Corazón y razón en busca de Dios
José Mª García – 3º. Filosofía

Introducción:
Blaise Pascal es, en contra de lo que todos sus tratados sobre geometría puedan decir, un humanista de pies a cabeza. Es un hombre que se preocupó del hombre, y dedicó prácticamente sus 39 años de vida al estudio del hombre.
Actualmente podemos encontrar intelectuales que se dedican a estudiar el mundo, como son los científicos; podemos encontrar también los que estudian la persona humana, los que estudian al hombre, entre los que encontramos a los psicólogos por ejemplo; otros se dedican al estudio de Dios, como son los teólogos y filósofos. Por otro lado tenemos a los poetas y literatos, que nos hablan del mundo de una forma completamente diferente. Pascal es un pensador que, al buscar la verdad en cualquiera de esos campos, no podía evitar sumergirse en los otros, para así seguir respondiendo las preguntas que iban surgiendo en tan inquieta mente. Es un pensador que veía una clara compatibilidad entre las diversas áreas del conocimiento y arte humanos, incluyendo la religión. Como dice Sciacca en su libro sobre Pascal: “No hay conflicto entre poesía y filosofía ni entre ciencia y religión, en cuanto que cada una de estas formas de experiencia espiritual capta un aspecto de la verdad o siente la verdad con su propia sensibilidad”[1].
Estamos sin duda ante un filósofo entregado a la búsqueda de la verdad; no confía en un único camino para alcanzarla, sino que confía en todos. No se atrevería a decir que la poesía nunca dice nada parecido a la verdad, ni que la filosofía es mera especulación sin sentido o sin contenido real. Así como tampoco diría nunca que la filosofía o la poesía son capaces de agotar la verdad por ellas mismas.
El método cartesiano como medio para descubrir toda la verdad que encierra el universo, apoyado únicamente en la sola razón, le parecería a Pascal como una silla de una sola pata, es decir, insostenible. Descartes busca la claridad y la distinción, pero nada más lejos que la claridad y la distinción que en lo que se refiere al corazón humano. “el corazón humano no es ni claro ni simple” dice Sciacca, el método cartesiano no sirve para “leer clara y distintamente en el libro de los sentimientos”[2].
Todo lo contrario: es necesario que las diversas dimensiones del ser humano se apoyen las unas a las otras, pues en último término todas buscan lo mismo, en cuanto todas forman parte del hombre. Pascal defiende que la misión tanto de la ciencia como de la religión es la misma: “dar a conocer el hombre al hombre”. Sin embargo, a pesar de valorar tanto la razón como el corazón, la ciencia como la religión, la poesía como la filosofía… a Pascal se le ha interpretado muchas veces como fideista, se le acusa de rechazar la razón como medio para alcanzar a Dios. En contra de esta opinión, Sciacca defiende que “se comete un error con Pascal cuando se le acusa de casi haber renegado, como creyente, de la libertad de la razón que había defendido como físico. Pascal estaba del lado de la razón, no de la superstición de la razón […] Reconocer los límites del pensamiento no significa negar el pensamiento”[3]. Defiende, por tanto, que aunque Pascal declare a la razón como insuficiente, eso no quiere decir que sea absurda o inútil; la razón tiene su papel, aunque no sea suficiente.
Estamos ante uno de los grandes científicos de la historia, es de hecho el inventor de la primera calculadora; era un hombre fascinado por las verdades matemáticas y geométricas. Sin embargo éstas no pudieron ocultarle la “grandeza del hombre”, inseparablemente unida a su miseria. Pascal para los números tenía un auténtico don; a los dieciséis años escribió su primer tratado sobre geometría, el cual llegó a manos del ya conocido René Descartes. Pero lo que verdaderamente le hizo estrujarse la cabeza a Pascal fue la intrínseca contradicción del hombre. Así lo expresa: “O todo o nada: he aquí el hombre; o concupiscencia o Gracia; o abismo que se colma con el objeto infinito, o vorágine que espanta y absorbe; o paradoja viviente, que en vano se irrita y ensoberbece, o receptáculo de sublime verdad que somete al hombre y le hace rezar; o ignorancia de la propia condición de ser finito hecho para el infinito o conciencia de sí como límite que infinitamente se sobrepasa. El hombre está hecho para escuchar a Dios o para la muerte eterna”.[4]
Se hace imposible ofuscar la preocupación de Pascal por la realidad del ser humano, que siendo finito está de una forma u otra llamado al infinito. Desde su interior está llamado al infinito, pues como él mismo dice, el hombre se supera infinitamente a sí mismo. Por mucha belleza que se pueda encontrar en las matemáticas, la miseria y la grandeza propias del hombre conviviendo en un único individuo se le presentaban al francés como verdaderamente admirables.
Además de un gran pensador científico y filosófico, Pascal fue también un fiel creyente y seguidor de Cristo durante casi toda su vida. Y es aquí donde encontramos su lado más agónico: las ideas de la salvación y de la condenación estaban presentes en el interior de Pascal y esto hacía que viviera cierta tensión. Tendía a ver el lado negativo del cristianismo en lugar del positivo. Vivió convencido de que Dios existía y de que Cristo era el hijo de Dios, pero toda su apología del cristianismo se dejó caer más hacia el lado de la miseria y no al de la grandeza del hombre. El pecado tenía más peso que la elevación de la santidad. “El Cristo de Pascal es el Cristo torturado y crucificado, no el Cristo resucitado y triunfante”[5]. Prevalecía en él el lado doloroso del hombre sobre el gozoso. Para él el hombre es un ser infeliz que busca y aspira la felicidad y la beatitud.
Pero en todo caso estamos ante un cristiano convencido para el que Cristo daba su verdadero sentido a todas las cosas. Sin duda su preocupación por el hombre y por el mundo resulta inseparable de su búsqueda de Dios, tanto intelectual como existencial. Era creyente y como tal defendía a su Dios por encima de cualquier otra realidad. Como dice el filósofo italiano: “Sin Cristo nada se explica: ni la ciencia ni la geometría ni la Naturaleza ni el hombre”[6].
Hablamos por tanto de un pensador integral respecto a todos los campos del saber, que no separa lo intelectual-teórico de lo vivencial-práctico. Una persona coherente que busca por encima de todo hallar la verdad, y hallarla no solo en una de sus dimensiones, sino en toda la riqueza que ésta puede presentar al hombre, aunque, como ser finito, el hombre nunca pueda abarcarla por completo.



Conclusiones:
Poliédrico es el pensamiento humano, poliédrico es Pascal”[1]. Poliédrico como lo es la naturaleza humana, así es su pensamiento y sus teorías. No se centra únicamente en un campo del saber sino que los abarca todos porque el saber es el conocimiento de la verdad; y todo el hombre, en todas sus dimensiones, aspira a la verdad. Los pensamientos son la versión escrita de esta alma, incansable buscador de Dios, que sufre, se alegra, piensa y siente. Atraviesa la realidad humana, donde el corazón es la punta de la flecha y toca finalmente lo divino.
Pascal, fragmentario y asistemático, nos aparece con una unidad intrínseca y profunda. Como físico, parte siempre de la observación de los datos de hecho. Así ocurre tanto en el análisis de la naturaleza humana, como en la determinación de los datos, internos y externos de la fe: el hecho de la naturaleza se prueba con el experimento, el hecho de la teología con la autoridad. Como filósofo remite la solución filosófica de la vida a la solución religiosa, en cuanto que solo la religión cristiana responde a las exigencias de la naturaleza humana y las satisface. Como místico, no rechaza la ciencia y filosofía, sino que las conserva como grados necesarios, aunque inferiores, de la verdad, que no contrastan, sino que guardan armonía con los grados superiores del corazón y de la fe. En pocas palabras, si es innegable que Pascal tuvo una fase de preeminente interés científico y otra de intensa actividad filosófica y religiosa, es también verdad que no hay un Pascal primeramente científico, después filósofo y por último místico, sino un Pascal filósofo que jamás dejó de ser científico, y un Pascal místico que es a la vez filósofo y científico. El científico, el filósofo y el místico responden a las tres perspectivas desde las que puede ser vista la verdad: Desde la ciencia a la filosofía, desde la filosofía a la religión; desde la solución científica a la filosófica y desde ésta a la solución religiosa; desde el mundo de la naturaleza al del hombre y desde éste al mundo de Dios. Solo la religión da una explicación unitaria y completa de lo real y por esto satisface. La filosofía de Pascal es precisamente filosofía religiosa, como la solución filosófica del problema del hombre es solución religiosa. El pensamiento pascaliano se identifica con su autobiografía espiritual; el proceso y la coherencia de su filosofía son el proceso y la coherencia de su alma. Coherencia, como se ve, de múltiples elementos, de muchos “sprits”, y por esto espíritu de concreción y no de sistema como en Descartes”[2].
Este largo párrafo de Sciacca me parece perfecto como forma de englobar en tremenda síntesis lo que es Pascal. Lo único que le falta es culminar con el concepto de caridad. Todo el pensamiento asistemático pero coherente de Pascal culmina en la Verdad, que es Cristo y por tanto, culmina en la caridad como forma de vida.

[1]M. Federico Sciacca, Pascal, Barcelona, Editor: Luis Miracle, 1955,  P. 10
[2] P.14
[3] P. 20
[4] P. 22
[5] P. 16
[6] P. 27
 
[1] Ibíd. p. 247
[2] Ibíd. pp. 191-192