sábado, 28 de mayo de 2011

¿Por qué luchar?

Aquí os dejo uno de los diálogos más impresionantes que se da en El Señor de los Anillos. Es entre Frodo y Sam cuando están en osgiliath en "las dos torres":

-No puedo hacer esto…
-Lo se, ha sido un error, no deberíamos ni haber llegado hasta aquí. Pero henos aquí. Igual que en las grandes historias, las que realmente importan, llenas de oscuridad y de constantes peligros, esas de las que no quieres saber el final, porque ¿cómo van a acabar bien? ¿Cómo volverá el mundo a ser lo que era después de tanta maldad como ha sufrido? Pero al final, todo es pasajero, como esta sombra, incluso la oscuridad se acaba, para dar paso a un nuevo día, y cuando el sol brilla, brilla más radiante aún…Esas son las historias que llenan el corazón, porque tienen mucho sentido, aún cuando eres demasiado pequeño para entenderlas, pero creo…que ya lo entiendo, ahora lo entiendo, los protagonistas de esas historias se rendirían si quisieran, pero no lo hacen, siguen a delante, porque todos luchan por algo.
-¿Porqué luchas tu ahora?
-Para que el bien reine en este mundo, ¡se puede luchar por eso!

sábado, 14 de mayo de 2011

Arte y dolor

Definitivamente, cuando escribo lo que intento es ir más allá. Muchas veces me he preguntado por qué los momentos en los que peor estamos son los momentos de mayor inspiración artística. La mayoría de las grandes canciones se han compuesto en momentos de sufrimiento. Las mejores poesías se han escrito en “malos momentos”, al igual que la música: todo el que toque algún instrumento habrá experimentado que cuando está de bajón siente la necesidad de tocar algo.

Muchas veces me he preguntado por qué tiene que ser así, por qué para hacer buen arte tiene que haber sufrimiento de por medio… No me gustaba la idea porque me gusta el arte pero no me gusta el sufrimiento; y además porque parece que el mejor artista es el que más sufre. (Es cierto que esta idea del arte es más cercana al romanticismo, y que en la antigua Grecia pensaban cosas muy distintas con respecto al arte, pero creo que en la actualidad estamos mucho más cerca del romanticismo que de cualquier otra cosa).

Pues bien, hoy me he dado cuenta de por qué pasa eso, por qué en el sufrimiento tenemos mejor sintonía con lo artístico. Y al darme cuenta del por qué, me he dado cuenta también de que, en realidad, no se da esa relación directa entre el sufrimiento y el arte, sino una relación indirecta. Me explico: no es el sufrimiento lo que nos lleva al arte, sino el deseo de salir de él; es el anhelo de trascendencia, el anhelo de “algo más”.

Shelling decía que con el arte plasmamos lo infinito en lo finito, y al mismo tiempo plasmamos el espíritu en la naturaleza. Es el deseo de espíritu, el deseo de infinito, lo que nos conduce al arte. Y cuando sufrimos es cuando más sentimos esa necesidad; nos damos cuenta de que nos falta algo y necesitamos trascender, ir más allá. Con el arte lo logramos, porque realmente se conectan en el arte lo humano y lo divino, lo material y lo espiritual.

Por eso creo que no es mejor artista el que más sufre, sino el que más deseo de “algo más” tiene. Siempre tiene que haber talento, práctica y perseverancia para llegar a ser un artista en cualquier campo, pero la esencia de todo ello creo que es eso: el deseo de lo sobrenatural.

martes, 3 de mayo de 2011

Inconsciente búsqueda de la verdad

“Todos los hombres desean por naturaleza saber”. Habrá pocas citas en filosofía más conocidas que ésta. ¿Qué significa que deseamos saber? Significa que deseamos conocer la verdad, y sin meterme en el debate acerca de si la verdad es la correspondencia de la realidad con los enunciados o con los pensamientos o con cualquier otra cosa, voy a entender “verdad” como se entiende convencionalmente, como lo entiende cualquiera, es decir, aquello que no es falso, que no es mentira, aquello que es real.

Existe la realidad y existe lo falso; parece ser que nadie busca lo falso, pero sí en cambio que todos buscamos lo verdadero (al menos a eso se refiere Aristóteles con su famosa frase). Yo me pregunto en primer lugar si es cierto eso que afirma Aristóteles, y si se puede entender tal afirmación sin necesidad de entrar en discusiones metafísicas; es decir, saber si lo puede entender cualquier persona.

Tengo mucha gente cercana con la que discrepo enormemente acerca de lo que puede ser la verdad, e incluso alguno puede pensar también que algo así como la verdad no existe, sino que más bien diría algo al estilo Nietzsche: que la noción de “verdad” es algo que se han inventado algunos para dominar al resto. Pero todos aquí sabríamos responder a tal afirmación: “al decir eso entras en contradicción, porque lo que tú afirmas lo estás tomando como verdadero, de forma que estás diciendo que es verdad que la verdad no existe”. Así nos han enseñado a responder, pero si es tan fácil contra-argumentar ese relativismo ¿Por qué sigue habiendo tanta gente que piensa así? En el fondo yo lo veo como algo sencillo: esa respuesta que nosotros damos les resulta tan contradictoria como a nosotros la suya. Nos podrían decir lo siguiente: “¿Por qué me dices que estoy tomando mi afirmación como verdadera si ya de entrada he dicho que no existe la verdad?” Me voy a intentar explicar mejor: el diálogo del que estoy hablando, simplificando, sería algo así:

-La verdad no existe.

-Entonces esa frase es verdadera.

-No porque la verdad no existe luego mi frase no puede ser verdadera.

-De nuevo tu afirmación la estás tomando por verdadera.

-No porque la verdad no existe y mi afirmación no puede algo que no existe

Etc. Es lo que coloquialmente llamamos “un diálogo de besugos”.

Mi opinión es que no existe la posibilidad de un diálogo racional entre estas dos afirmaciones. Se está partiendo de dos polos opuestos, de dos presupuestos contrarios. Hablando en términos lógicos: no se puede refutar un presupuesto desde su presupuesto contrario. Uno está dando por hecho que la verdad existe y el otro está dando por hecho que no existe… Son formas distintas de ver el mundo, y por tanto son formas distintas de plantear una pregunta o una afirmación. Por eso nos cuesta tanto entender que otra persona no entienda que la verdad existe necesariamente: porque si se afirmase lo contrario se estaría tomando por verdadero lo contrario (es decir, que no hay verdad) y por tanto habría una verdad y por tanto llegaríamos a una contradicción (que es verdad que no hay verdad), luego no se puede afirmar que la verdad no existe. El problema está en que toda esta argumentación que nos hacemos, la hacemos bajo el presupuesto de que la verdad existe.

No digo que ninguno esté equivocado y al mismo tiempo los dos están equivocados porque todo es relativo y en el mundo todo es nada y nada es todo… No, para bien o para mal yo creo que la verdad existe. Pero sí afirmo que el diálogo es imposible; para que haya diálogo tiene que haber comunicación, y no existe comunicación posible entre dos afirmaciones contrarias, especialmente tratándose de la verdad.

Entonces me podréis decir: “en ese caso si una persona está equivocada no se le puede hacer entrar en razón, porque el diálogo es imposible”. Pero no, pues aunque yo pienso que no existe diálogo argumentativo posible, sí existe lo que se podría llamar diálogo empírico. ¿A qué me refiero? A que, si nos fijamos, todo el mundo busca la verdad, todo el mundo desea la verdad; ésto lo afirmo con Aristóteles. Aunque no todos parecen buscarla o desearla intelectualmente o racionalmente, sí en cambio todos la buscan con sus acciones…con su vida… con sus deseos… Detrás de cada vida, detrás de cada sueño, detrás de cada deseo se encuentra un anhelo inmenso de verdad, de trascendencia, de huir del caos, de huir de lo efímero, de la mentira.

Aunque a una persona que afirma que la verdad no existe no podamos demostrarle con un argumento deductivamente válido que se equivoca, sí que podemos en cambio hacerle ver que si en lo más hondo de su interior no buscase una verdad no estaría intentando convencernos de lo contrario.

Entonces: ¿buscamos la verdad? Sí, por supuesto ¿Cómo lo podemos ver? En que todas las personas buscan algo o desean algo, en que todas las personas actúan, y no lo harían si no buscasen algo; y ese algo, lo sepan o no, es la verdad.