lunes, 25 de abril de 2011

Ssshhhhh

Escribí algo esta mañana con intención de publicarlo en el blog, pero luego cambié de opinión y decidí no publicarlo; pero finalmente un tipo cualquiera me ha motivado a publicarlo con su reflexión sobre la soledad. El caso es que yo me he visto solo de repente en el piso y a uno le da por pensar en la soledad, me he visto identificado con esa reflexión y estoy de acuerdo: hay que aprender a ser un "lobo Estepario" de vez en cuando.
Lo que yo he pensado esta mañana no sólo tiene que ver con la soledad, pero es una parte importante: soledad, silencio, interiorización...

Es impresionante el ruido que hace el silencio. Estamos continuamente buscando ruido, buscando algo que llene el vacío de nuestros oídos, algo con lo que entretenernos. Yo pienso sobre todo en la música: a la mínima que tengamos que hacer algo que no requiera una especial concentración ya nos ponemos la música y ale, a tapar ese horrible “silencio”. No sé exactamente por qué, pero es cierto que los jóvenes necesitamos ponernos los cascos para oír música (porque no siempre se puede decir que escuchemos música) siempre que vamos andando hacia algún sitio, o en el autobús, o en el metro, o lo que es mucho peor, cuando estamos en el coche con la familia o amigos. Que tengo que fregar… música; que tengo que quitar la mesa… música; que tengo que ordenar mi cuarto… música; etc. Que conste que no estoy en contra de la música, al contrario, me encanta; lo que no me gusta es cuando se abusa de ella para evadirse de la realidad, y cuando se convierte en una burbuja que te aísla de los demás, o lo que es peor, que te aísla de ti mismo.

Pero no sólo la música, sino también la televisión, o el simple hecho de buscar continuamente alguien con quien hablar, hay veces que eso se convierte en una necesidad, que tenemos que estar llamando a gente por el móvil y hablar con ellas “porque no tenemos nada que hacer”… ¿Sí? ¿Es eso? ¿Es solamente porque no tenemos nada que hacer? O más bien es que la música, televisión y móvil son nuestras formas preferidas de silenciar los ruidos de nuestro interior. No digo, por supuesto, que esto sea así en todo el mundo y siempre, sino que es muy posible que en algunas personas (quizás más de las que pensamos) sea esto lo que suceda, que la música, la televisión, el móvil y el ordenador sean usadas para huir del ruido del silencio.

Y ¿Por qué digo el ruido del silencio? Porque en el silencio solo nos quedan un par de cosas: lo que vemos, olemos y oímos por un lado, y por otro lado lo que pensamos y sentimos… ¿Quién sabe? Quizás la soledad… Es posible que nos abrume cómo suena la soledad, o cómo suena el aburrimiento, o como suena la conciencia cuando sabemos que hemos hecho algo mal. Es en el silencio cuando nos encontramos con nosotros mismos y con nuestros pensamientos; y no hay que tenerles miedo.

En estos cuatro días de silencio que acabo de vivir he experimentado una paz impresionante. Estaba rodeado de otros 50 jóvenes y adolescentes que estaban viviendo el mismo silencio que yo y aún así no resultaba incómodo, sí que se daba alguna situación graciosa, pero no incómoda. Se sentía la paz. Pero no es el silencio exterior lo que garantiza la paz, sino el silencio interior. Una persona que tenga mil cosas desordenadas en su vida, si entra a vivir unos días de silencio, seguramente encuentre de todo menos paz: agitación, frustración, quizás desesperación… en definitiva, se sentirá incómodo. (No lo sé, pero creo que es así). Pero el caso es que los momentos de silencio, los momentos de calma en los que uno puede pensar en sus cosas son los momentos que ayudan a ordenar un poco la vida. Si me preguntáis a mí: lo que ordena la vida es Dios, pero para los más escépticos: al menos probar el silencio, y el silencio como forma de interiorizar, es ahí donde uno encuentra a Dios: en el interior. Por lo menos yo lo digo porque he estado unos pocos días con más jóvenes en una especie de retiro de silencio y muchos de los que había se han encontrado con Dios, aunque también es cierto que no sólo había silencio, sino que, sobre todo, había oración, pero bueno…

Lo que quiero decir es que el silencio no es malo, y que puede que nos sorprenda las cosas que hay en nuestro interior si le dejamos un poco de espacio libre en nuestra vida al silencio.

lunes, 18 de abril de 2011

Sabia locura

(Ensayo realizado junto con otros dos compañeros de mi clase de filosofía: Miriam Martinez y "Chopperhauer")



-P-¿Y si sólo estamos soñando? ¿Qué harías si viniese un día Morfeo y te plantease dos alternativas: quedarte en el engaño de Matrix o despertar y conocer la verdadera realidad?

-M: A veces preferiría quedarme en Matrix, no eres consciente de las miserias reales, vives en el sueño de que todo es mejor, y ese es tu mundo. Si vives feliz ¿por qué desengañarse?

-P: ¡Porque no es la verdad! Esa es una razón suficiente.

-M: Pero no sabes que estás engañado. Qué más da que no vivas en la verdad si no te das cuenta precisamente de que estás viviendo una mentira.

-P: La cuestión es esa: que lo sepas. Porque justo en el momento en el que te reconoces como ignorante empiezas a salir del error, ya has visto que no estabas en lo cierto. Como decía C.S. Lewis “Saber que uno está soñando es no estar completamente dormido”.

-M: Pero ¿No preferirías quedarte dormido? Al fin y al cabo la experiencia del dolor no es algo agradable. ¿La verdad lo vale? ¿Y si es peor?

-P: ¡La verdad lo vale! Porque conocer la verdad no solo te lleva a hacerte cargo de los males del mundo, sino también a encontrarles su sentido. Como te he dicho antes: una vez caes en la cuenta del error es inevitable empezar a buscar.

-M: ¿Buscar? Pero ¿en qué consiste esa búsqueda de la que hablas?

-Ch: ¡Por fin una pregunta que merece la pena! La ciencia, ahí tenemos todas las respuestas que buscamos. No sé porqué os complicáis. La ciencia ha conseguido simplificar y hacer más sencilla la realidad, está perfectamente ordenada: tenemos una especialización para cada sector de la realidad.

-P: No, te equivocas, hay muchos temas que la ciencia no abarca; como por ejemplo la belleza, el bien y el mal…

-Ch: Bueno, ahí tenemos la filosofía para encargarse de esos temas. También la estética o la ética están sujetas al análisis objetivo propio de toda ciencia. Todo lo demás se reduce a una búsqueda de consuelo espiritual subjetivo y sin sentido. La mayoría de las discusiones que se dan acerca del arte son divagaciones personales, subjetivas y, normalmente, pobremente argumentadas. Existen unas reglas para la belleza, existen proporciones, como la proporción áurea, que marcan la armonía y es, en definitiva lo que determina qué es bello y qué no. Esas reglas pueden estudiarse y recogerse; y mediante ellas llegar a ser un artista. Pero el subjetivismo extremo que se da en el arte contemporáneo me resulta sencillamente absurdo. Del mismo modo, la idea de genio que se tiene en el arte es también completamente falsa: esa creencia de que el “grande” es aquél que, en su inspiración, y tras una noche de insomnio y agonía se lanza a expresar sus sentimientos no es para nada objetiva.

-M: ¡Pero es que no me importa! Vale, con eso sí, puedo hacer cosas: analizar en un laboratorio y conseguir algo tan valioso como los medicamentos, hacer unas cuantas medidas y construir casas, pero todo eso ¿para qué? De qué me va a servir sólo vivir o incluso vivir cómodamente. En ese caso somos como los animales con la única diferencia de que adaptamos el medio a nosotros… pero y qué, todo eso es ajeno a mí mismo, se trata de conocimientos conducidos a mejorar las condiciones externas, conoces mucho, eres un científico… ¡pero no eres sabio! te pierdes a ti mismo en todo lo que está fuera de ti mismo… en el fondo el hombre no sólo necesita vivir o vivir bien, necesita saber para qué vive, tener el control de su vida, dar sentido a su experiencia…

Defiendo el arte, y la locura de conocer lo que parece incognoscible, porque es lo más valioso, porque finalmente refleja al hombre mismo, el espíritu libre del hombre. Necesitamos de esta fuente de expresión, para expresarnos y para oír lo que otros expresan, para aprender lo que verdaderamente vale en la vida. No me basta tener salud ni vivir en una mansión si quien está saludable o vive ahí está destrozado por dentro, porque al final lo más próximo a uno mismo es él mismo, y necesita comprenderse, saber que su vida, la suya y no otra cosa ajena, tiene sentido. Por eso el arte, la poesía y todo ese mundo enrevesado de las letras guardan lo más valioso. Es la fuente de conocimiento sobre la que más vale la pena absorber, la que manifiesta, finalmente, que en el mundo hay vida, hay hombres y no máquinas, que hay espíritus libres y creativos y no sólo procesos mecánicos… son, finalmente, la manifestación de que el hombre busca incansablemente el sentido de la vida, y sólo la sabiduría se lo puede dar a conocer. Por eso la filosofía como carrera es una gran herramienta para conocer, y una excusa para entrar al mundo laboral como “funcionarios” de la sociedad, pero ser filósofo es cosa de todos, el amor a la sabiduría es cosa de hombres, y no de máquinas, por eso un mundo con arte es un mundo humano.

lunes, 4 de abril de 2011

El rey de las máscaras

Aquí os dejo esta reflexión, es una pena que el autor sea anónimo, pero él mismo firma como el rey de las máscaras:

"En este mundo de disfraces, en el que nadie se muestra tal y como es; entre esta gente, que se ha acostumbrado a la comodidad de no ser nadie; en esta sociedad, en la que nos gusta tanto mirarnos al espejo… en este mundo, bueno o malo, yo soy el rey de las máscaras.

Nunca me ha gustado ninguna expresión que tenga la forma: “llegar a ser lo que se es”, porque es contradictoria. Sin embargo yo ahora diría que cada ser humano tiene que llegar a ser él mismo. Pero llegar a ser nosotros mismos significa, en realidad, que debemos construirnos o dejarnos construir… se tiene que forjar algo en nosotros; y para que seamos siempre personas completas se tiene que ir forjando en nosotros una personalidad: una personalidad propia.

Temo que este mundo de disfraces nos esté obstaculizando el llegar a ser nosotros mismos. ¿Cómo es ésto posible? Es sencillo, cuando una persona se empieza a preocupar por el “cómo me ven los demás” empieza a plantear su vida no desde su interior sino desde su exterior, es decir, que no le importa tanto qué o quién es, o en qué se convierte; sino que importa mucho más lo que aparenta, lo que los demás ven, lo que los demás piensan al verle. Es ésto a lo que me refiero cuando digo que nos ponemos disfraces; nos disfrazamos de algo (porque no siempre nos disfrazamos de alguien) y mostramos ese disfraz, salimos a la calle con ese disfraz. Luego nos acomodamos y nos lo dejamos siempre puesto, no merece la pena quitárselo, no vaya a ser que nos descubran, que nos pillen por sorpresa y entonces nos vean tal y como somos y entonces dejemos de gustarles… eso sería el apocalipsis: no nos reconocerían socialmente.

Vale, tenemos el disfraz puesto continuamente, pero eso no significa nada… Significa bastante, pero no es todo. La cima de todo esto la alcanzamos cuando nos convertimos en personas adictas al espejo: el espejo es la forma más superficial de mirarnos a nosotros mismos. Y ahora pura lógica, un problema matemático para un niño de primaria: si alguien lleva puesto un disfraz (de lo que sea… de pirata supongamos) y se mira al espejo ¿Qué ve? ¿Una persona normal o un pirata? Aunque no sea un gran matemático, ni tampoco un gran solucionador de problemas, creo saber la solución a este. Si te miras a un espejo lo que vas a ver es lo que ven los demás: la misma mentira superficial de la que te has vestido. Si al menos tuviéramos la valentía de mirarnos a los ojos al espejo… pero eso no es mirarnos al espejo, eso no es mirar con los ojos, eso sería mirar con el alma, y eso ya no nos gusta tanto.

Al final nos acabamos creyendo, de tanto mirarnos al espejo, que somos ese mentiroso disfraz. Al final acabamos por no conocernos a nosotros mismos. ¿Quieres conocerte a ti mismo? No tienes ni que quitarte el disfraz, lo único que hay que hacer es cerrar los ojos e interiorizar, preguntarte a ti mismo y responderte a ti mismo… quizás algún día llegues a ser auténtico.

Y cuidado, lo digo yo, el que es incapaz de dar la cara y mostrase a sí mismo, el que escribe pero se esconde tras el anonimato, el que menos se conoce a sí mismo. Lo digo yo, que soy el rey de las máscaras."

En mi opinión es un pelín pesimista, pero bueno, espero que os haya gustado.