lunes, 24 de octubre de 2011

Castillo de Acher

Esto que veis es el Castillo de Acher, un pico del pirineo aragonés. Ayer me fui con unos amigos a subirlo... hoy casi no puedo ni andar.

Hay que decir que es precioso, un paisaje magnífico. La primera mitad de la subida se hace entre árboles, atravesando un bosque que, tengo que reconocer, no sabía que pudiera tener tantos colores. A partir de ahora, cuando me hablen de un bosque, se acabó el imaginarme un montón de troncos marrones con copas verdes, nada más lejos que eso. Una inmensa gama de amarillos, marrones y verdes te acompaña a lo largo de ese tramo del camino.

Empezamos a un ritmo más alto del que yo iba a poder aguantar, pero los compañeros con los que fui no tuvieron problemas. Cuando estábamos llegando al final del bosque, yo me empecé a sentir agotado, las piernas me pedían parar. Miré el reloj y vi que llevábamos unos 50 minutos "lo que me queda" pensé (me dijeron que eran unas tres horas de subida). Poco después de salir del bosque la cosa se puso muy cuesta arriba y me desfondé. Tuve que parar mientras que los demás siguieron subiendo; aunque no de ellos se quedó conmigo. Ya me iba dando cuenta de algo más o menos evidente: no iba a llegar a la cima. No habíamos llegado a la mitad y yo ya no podía más.

Comí algo y bebí un poco de agua. Dicen que me dio una "pájara", vamos, que me quedé sin energías. Aprendí que cuando vas al monte la clave es encontrar tu ritmo, no todos pueden ir al mismo, y si intentas ir más rápido te pasa lo que a mí, que te vienes abajo. "Si encuentras tu ritmo puedes subir lo que sea" me dijo el que se quedó conmigo. Reanudamos la marcha. Yo ya pensaba "bueno, llegaré hasta donde pueda", me daba rabia no llegar hasta la cima, pero si no se puede no se puede, y alas todavía no he desarrollado.

Empecé a ir a un ritmo más lento, yo por mi cuenta y los demás por delante. Pasito a pasito y con breves paradas para contemplar lo que dejaba a mis espaldas, finalmente conseguí llegar a la cima. Una experiencia increible que aconsejo a todos. Subí la última piedra y allí estaban mis compañeros, contemplando el paisaje. El viento casi te hacía volar, pero las vistas y la sensación de estar ahí arriba después de haberlas pasado canutas mereció la pena.

0 comentarios:

Publicar un comentario