Escribí algo esta mañana con intención de publicarlo en el blog, pero luego cambié de opinión y decidí no publicarlo; pero finalmente un tipo cualquiera me ha motivado a publicarlo con su reflexión sobre la soledad. El caso es que yo me he visto solo de repente en el piso y a uno le da por pensar en la soledad, me he visto identificado con esa reflexión y estoy de acuerdo: hay que aprender a ser un "lobo Estepario" de vez en cuando.
Lo que yo he pensado esta mañana no sólo tiene que ver con la soledad, pero es una parte importante: soledad, silencio, interiorización...
Es impresionante el ruido que hace el silencio. Estamos continuamente buscando ruido, buscando algo que llene el vacío de nuestros oídos, algo con lo que entretenernos. Yo pienso sobre todo en la música: a la mínima que tengamos que hacer algo que no requiera una especial concentración ya nos ponemos la música y ale, a tapar ese horrible “silencio”. No sé exactamente por qué, pero es cierto que los jóvenes necesitamos ponernos los cascos para oír música (porque no siempre se puede decir que escuchemos música) siempre que vamos andando hacia algún sitio, o en el autobús, o en el metro, o lo que es mucho peor, cuando estamos en el coche con la familia o amigos. Que tengo que fregar… música; que tengo que quitar la mesa… música; que tengo que ordenar mi cuarto… música; etc. Que conste que no estoy en contra de la música, al contrario, me encanta; lo que no me gusta es cuando se abusa de ella para evadirse de la realidad, y cuando se convierte en una burbuja que te aísla de los demás, o lo que es peor, que te aísla de ti mismo.
Pero no sólo la música, sino también la televisión, o el simple hecho de buscar continuamente alguien con quien hablar, hay veces que eso se convierte en una necesidad, que tenemos que estar llamando a gente por el móvil y hablar con ellas “porque no tenemos nada que hacer”… ¿Sí? ¿Es eso? ¿Es solamente porque no tenemos nada que hacer? O más bien es que la música, televisión y móvil son nuestras formas preferidas de silenciar los ruidos de nuestro interior. No digo, por supuesto, que esto sea así en todo el mundo y siempre, sino que es muy posible que en algunas personas (quizás más de las que pensamos) sea esto lo que suceda, que la música, la televisión, el móvil y el ordenador sean usadas para huir del ruido del silencio.
Y ¿Por qué digo el ruido del silencio? Porque en el silencio solo nos quedan un par de cosas: lo que vemos, olemos y oímos por un lado, y por otro lado lo que pensamos y sentimos… ¿Quién sabe? Quizás la soledad… Es posible que nos abrume cómo suena la soledad, o cómo suena el aburrimiento, o como suena la conciencia cuando sabemos que hemos hecho algo mal. Es en el silencio cuando nos encontramos con nosotros mismos y con nuestros pensamientos; y no hay que tenerles miedo.
En estos cuatro días de silencio que acabo de vivir he experimentado una paz impresionante. Estaba rodeado de otros 50 jóvenes y adolescentes que estaban viviendo el mismo silencio que yo y aún así no resultaba incómodo, sí que se daba alguna situación graciosa, pero no incómoda. Se sentía la paz. Pero no es el silencio exterior lo que garantiza la paz, sino el silencio interior. Una persona que tenga mil cosas desordenadas en su vida, si entra a vivir unos días de silencio, seguramente encuentre de todo menos paz: agitación, frustración, quizás desesperación… en definitiva, se sentirá incómodo. (No lo sé, pero creo que es así). Pero el caso es que los momentos de silencio, los momentos de calma en los que uno puede pensar en sus cosas son los momentos que ayudan a ordenar un poco la vida. Si me preguntáis a mí: lo que ordena la vida es Dios, pero para los más escépticos: al menos probar el silencio, y el silencio como forma de interiorizar, es ahí donde uno encuentra a Dios: en el interior. Por lo menos yo lo digo porque he estado unos pocos días con más jóvenes en una especie de retiro de silencio y muchos de los que había se han encontrado con Dios, aunque también es cierto que no sólo había silencio, sino que, sobre todo, había oración, pero bueno…
Lo que quiero decir es que el silencio no es malo, y que puede que nos sorprenda las cosas que hay en nuestro interior si le dejamos un poco de espacio libre en nuestra vida al silencio.
Lo que yo he pensado esta mañana no sólo tiene que ver con la soledad, pero es una parte importante: soledad, silencio, interiorización...
Es impresionante el ruido que hace el silencio. Estamos continuamente buscando ruido, buscando algo que llene el vacío de nuestros oídos, algo con lo que entretenernos. Yo pienso sobre todo en la música: a la mínima que tengamos que hacer algo que no requiera una especial concentración ya nos ponemos la música y ale, a tapar ese horrible “silencio”. No sé exactamente por qué, pero es cierto que los jóvenes necesitamos ponernos los cascos para oír música (porque no siempre se puede decir que escuchemos música) siempre que vamos andando hacia algún sitio, o en el autobús, o en el metro, o lo que es mucho peor, cuando estamos en el coche con la familia o amigos. Que tengo que fregar… música; que tengo que quitar la mesa… música; que tengo que ordenar mi cuarto… música; etc. Que conste que no estoy en contra de la música, al contrario, me encanta; lo que no me gusta es cuando se abusa de ella para evadirse de la realidad, y cuando se convierte en una burbuja que te aísla de los demás, o lo que es peor, que te aísla de ti mismo.
Pero no sólo la música, sino también la televisión, o el simple hecho de buscar continuamente alguien con quien hablar, hay veces que eso se convierte en una necesidad, que tenemos que estar llamando a gente por el móvil y hablar con ellas “porque no tenemos nada que hacer”… ¿Sí? ¿Es eso? ¿Es solamente porque no tenemos nada que hacer? O más bien es que la música, televisión y móvil son nuestras formas preferidas de silenciar los ruidos de nuestro interior. No digo, por supuesto, que esto sea así en todo el mundo y siempre, sino que es muy posible que en algunas personas (quizás más de las que pensamos) sea esto lo que suceda, que la música, la televisión, el móvil y el ordenador sean usadas para huir del ruido del silencio.
Y ¿Por qué digo el ruido del silencio? Porque en el silencio solo nos quedan un par de cosas: lo que vemos, olemos y oímos por un lado, y por otro lado lo que pensamos y sentimos… ¿Quién sabe? Quizás la soledad… Es posible que nos abrume cómo suena la soledad, o cómo suena el aburrimiento, o como suena la conciencia cuando sabemos que hemos hecho algo mal. Es en el silencio cuando nos encontramos con nosotros mismos y con nuestros pensamientos; y no hay que tenerles miedo.
En estos cuatro días de silencio que acabo de vivir he experimentado una paz impresionante. Estaba rodeado de otros 50 jóvenes y adolescentes que estaban viviendo el mismo silencio que yo y aún así no resultaba incómodo, sí que se daba alguna situación graciosa, pero no incómoda. Se sentía la paz. Pero no es el silencio exterior lo que garantiza la paz, sino el silencio interior. Una persona que tenga mil cosas desordenadas en su vida, si entra a vivir unos días de silencio, seguramente encuentre de todo menos paz: agitación, frustración, quizás desesperación… en definitiva, se sentirá incómodo. (No lo sé, pero creo que es así). Pero el caso es que los momentos de silencio, los momentos de calma en los que uno puede pensar en sus cosas son los momentos que ayudan a ordenar un poco la vida. Si me preguntáis a mí: lo que ordena la vida es Dios, pero para los más escépticos: al menos probar el silencio, y el silencio como forma de interiorizar, es ahí donde uno encuentra a Dios: en el interior. Por lo menos yo lo digo porque he estado unos pocos días con más jóvenes en una especie de retiro de silencio y muchos de los que había se han encontrado con Dios, aunque también es cierto que no sólo había silencio, sino que, sobre todo, había oración, pero bueno…
Lo que quiero decir es que el silencio no es malo, y que puede que nos sorprenda las cosas que hay en nuestro interior si le dejamos un poco de espacio libre en nuestra vida al silencio.
Me parece muy sabia la experiencia y la reflexión.
ResponderEliminarA mí me gusta oponer la soledad, que tantas veces es beneficiosa, al aislamiento, que casi siempre es erosionante.
Ayer leía en el libro de Carlos Martí Arís "Silencios elocuentes": "E1 silencio no se opone a la palabra, de la cual es un radical aliado, sino al ruido, que es su más irreconciliable enemigo". Me gustó y por eso te lo copio aquí.
Un abrazo pascual,
Jaime