jueves, 16 de diciembre de 2010

cuando uno escribe, uno descubre

Entro en mi casa. Mientras ando por el pasillo los pestillos de las puertas se van echando, encerrando a cada uno dentro de su habitación, aislándose de todo lo exterior. Llego a mi habitación, y cierro la puerta. Me quedo parado un momento con la puerta tras de mi, pensando. Sin darme cuenta, el suelo que piso ya ha empezado a desaparecer, pero inconsciente de esto me dirijo al escritorio, y por donde piso desaparece el suelo. Me siento, y la silla, sin yo darme cuenta, se ha transformado; ha cambiado, se ha convertido en un extraño árbol con forma de silla en el que sigo sentado, pensando pero sin percatarme de nada. Empiezan a surgir en mí infinidad de ideas, y cojo un papel mientras el trozo de suelo en el que está la silla también desaparece, y en su lugar aparecen un montón de hojas marrones como si del árbol de la silla se hubieran caído. Al mismo tiempo, la hoja que había cogido para empezar a escribir cambia de color, y ese blanco perfecto se vuelve amarillento, además se vuelve rugoso y los bordes pierden toda su perfección. Aunque he visto esto, indiferente, continúo: cojo un bolígrafo y comienzo a escribir; no me he dado cuenta, pero una de las esquinas de la habitación ha comenzado a desaparecer y yo sigo escribiendo, cuando el bolígrafo empieza a convertirse en una pluma, esto me hace parar y empiezo a ser consciente, por lo que sigo escribiendo. Poco a poco las paredes de la habitación se van convirtiendo en hojas secas que vuelan arrastradas por el viento dejando ver un hermoso paisaje: un bosque que viste de distintos tonos de marrón y amarillo, pero sigo todavía concentrado en lo que escribo, cuando poco a poco y sin apenas darme cuenta la pluma de mi mano se va desvaneciendo suavemente con el aire y cuando ya no queda con que escribir miro el paisaje de mi alrededor delimitado por una niebla que lentamente se va alejando en todas direcciones dejando ver cada vez mas paisaje y más mundo.
Como si me estuviera mimando, la silla se incorpora pasando a ser el árbol que debería ser, dejándome a mí de pie, en medio de toda mi creación.
Papel y pluma han desaparecido y ya no tengo ganas de seguir escribiendo, sino de contemplar todo lo que se va extendiendo a mi vista y observar qué sucede.

0 comentarios:

Publicar un comentario