Caminemos ¿Por qué no? Caminemos… lancémonos, si no hay nada más que hacer, si Dios me ha dado estos dos pies y un camino bajo ellos, y una dirección, y una meta. Caminemos. No sé nada de lo que me espera, no sé qué comeré o beberé, no sé ni siquiera si tendré algo que comer y beber, no sé dónde dormiré.
Pero ¿Quién sabe? Pocos saben en realidad lo que les espera, muchos creen saber, creen tenerlo todo controlado, tener controlada la vida, su vida… mentira, ensoñación, ilusión… Controlamos muchas cosas, pero son cosas pequeñas, tormentas, terremotos, volcanes; controlamos átomos y moléculas; somos los señores de la electricidad. Rascacielos, aviones y satélites; conocemos el movimiento de los astros, las mareas del mar y los vientos de los cuatro puntos cardinales. Sí, y podríamos seguir largo rato y escribir una larga lista. No son más que pequeñeces. ¿Quién puede siquiera controlar su vida? Eso es grande, y ¿qué humano puede hacer tal cosa?
Todo el mundo creado por los hombres no durará más que los mismos hombres que lo construyeron. Sus edificios y carreteras, todo caerá con ellos. ¿Qué les queda entonces? Nada que ellos hayan ingeniado y creado. Tan solo les quedará mirar a lo que ya tenían desde el principio, sus pies y el camino bajo ellos. Su vida y sus decisiones en ella, vivirla o renunciar.
Preguntadme “¿De qué sirve vivir?” Y yo respondería “¿De qué sirve morir?” Morir moriremos queramos o no, da igual lo que decidamos, la elección sobre la muerte no nos corresponde. Pero la de la vida sí, podemos elegir vivir, o, siendo más humildes, podemos elegir intentarlo. He oído a Martín Valverde decir “todos los hombres se mueren, no todos los hombres viven”. Caminemos hacia la única meta que merece la pena, Dios. Y caminemos con esperanza, que Él no duerme, que Él –según dicen, y yo lo creo- nos espera, y lo hace con más ganas que nosotros mismos.
Este domingo pasado, una persona de unos trece o catorce años me dijo cuál era su lema de vida: “que cuando muera voy a ir al cielo”. Con esa convicción… caminemos, ¿qué hay que temer?
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