Hoy me ha pasado algo curioso. Me estaba acercando al portal de mi casa, y como es costumbre, empiezo a buscar las llaves completamente a ciegas en mi mochila. Meto el brazo a modo de Mary Poppins y empiezo a esquivar objetos: la funda de las gafas, el cuaderno, la armónica, y al fín las llaves, las encuentro justo cuando estoy frente a la puerta. Pero, mientras saco el brazo de la mochila con las llaves en la mano, levanto la mirada y puedo ver en primer plano cómo la puerta termina de cerrarse en mis narices. Alguien había pasado hace poco por la puerta y ésta estaba cerrándose lentamente cuando yo empecé a buscar las llaves. Es decir, que estaba tan metido en la búsqueda de las llaves que no me había dado cuenta de que no me hacían falta; bueno, al final sí que me hicieron falta, por haberlas buscado y no darme cuenta de que no me hacían falta. Es un círculo sin salida.
Otras veces me ha pasado algo parecido en Pamplona, pero con los pasos de cebra. Me obsesiono tanto con esperar el momento preciso en el que no vengan coches para cruzar que no me doy cuenta de que el semáforo ya se me ha puesto en verde...