Lo cotidiano, lo cotidiano…vaya, acabo de estar echándole un ojo a algunos blogs que hablan de la importancia de vivir en lo cotidiano. ¡Cuánta razón! Cuántas veces he criticado de algunas personas que tienen una vida rutinaria, sumamente cotidiana, que es todo pura monotonía… Pero claro, si te paras a pensar: al final siempre hay que aceptar algo de cotidianidad en tu vida, no puede estar uno haciendo cada día cosas nuevas.
“Vivir lo cotidiano”… parece una tontería, pero pienso que mucha gente seríamos más feliz si nos parásemos a pensar en esto, en que hay que vivir lo cotidiano, porque al final lo que tenemos es el día a día, nuestra vida cotidiana, y es lo primero que tenemos que aprender a vivir: el día a día; el problema es cuando uno se pierde en su cotidiana vida y acaba siendo como un zombi que no sabe lo que hace, que se mueve por ahí sin más. Sería muy grande aprender a descubrir lo emocionante de cada día…y es cierto, cada día tiene sus cosas emocionantes. No digo que cada día sea una auténtica película de aventuras, pero si le diésemos una oportunidad a la vida nos sorprendería, mirar la calle con otros ojos: buscando nuevas imágenes, pidiéndole a gritos a la calle por la que pasas a diario que te muestre algo nuevo; mirando a cada persona que te cruzas como si nada supieras de ella y dejándote sorprender. El problema no es que la vida sea rutinaria, el problema es que nosotros damos por hecho que lo es.
Es como un tío que de tanto hacer el mismo recorrido todos los días, al final es capaz de hacerlo con los ojos cerrados, y ya no los abre, porque como se sabe el camino… Pero digo yo que es más interesante ir con los ojos abiertos. Y pienso que eso es lo que nos pasa muchas veces, que pensamos que esto de la vida ya nos lo conocemos bastante, pero si te ciegas tú mismo ¿Cómo va a deslumbrarte nada?
El hecho de que las cosas nos sorprendan depende de nosotros más de lo que nos pensamos. Me acurdo que un día, leyendo un libro de arte, me sucedió algo curioso: el autor incitaba al lector a mirar por la ventana fijándose en que las cosas no se parecen tanto a como están en nuestra imaginación. Ese edificio que está justo enfrente, el que se ve cuando subes la persiana todos los días: me paré a fijarme en ese edificio y ¡Madre mía! Era un edificio completamente distinto al que yo pensaba: yo creía que era simplemente de color ladrillo, pero ¿te has fijado en la de colores que puede tener un ladrillo? Los reflejos de la luz en las ventanas no son “un reflejo”, son auténticas manchas blancas en medio del cristal. Parece una tontería, pero es curioso que la realidad sea tan distinta a como me la imaginaba. He visto miles de reflejos y de ladrillos a lo largo de mi corta vida, pero cuando vi éstos os aseguro que me sorprendieron, y no es que los ladrillos y reflejos en los que me fijé esa vez fueran distintos; lo distinto era mi forma de mirarlos, Pero en serio, prueba tú y deja que el mismo edificio aburrido de todos los días te sorprenda, no me cabe duda de que a pocas ganas que le pongas quedarás compensado con creces.
Las cosas no son tan malas y aburridas fuera de nosotros, sino que somos nosotros los que las hacemos malas y aburridas. Siempre hay de todo, y el mal y lo aburrido existe, pero no tanto como creemos, solo hacen falta unos nuevos ojos con los que mirar la vida.
No sé…también es difícil mantener esa mirada de curiosidad y de niño ante la vida, sobre todo cuando ya te has llevado un par de palos y decepciones, pero la pregunta es ¿merece la pena?
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