jueves, 24 de febrero de 2011

Perfecta imperfección


(ensayo para mi asignatura filosofía del lenguaje)


Estaba yo obsesionado, buscando la precisión. Soy un hombre de ciencia, de conocimiento, y pienso que tendré más conocimiento cuanta más exactitud tenga con respecto a las cosas del mundo. Cuanto más exactamente pueda conocer y referirme a la realidad, más conocimiento tendré; y para alcanzar la exactitud necesito primero de la precisión. Por ello me dediqué a buscar en el mundo por donde pudiese encontrar exactitud y precisión, huyendo siempre de toda vaguedad.

Desde el principio vi claramente que el amor, la pasión, el deseo y cosas por el estilo se alejan descaradamente de la precisión que busco: ni siquiera puedo saber si, cuando amo algo o alguien, estoy, en realidad, amándome a mí mismo en lugar de a ella. O si cuando odio no estoy en realidad odiándome a mí mismo; y eso sin mencionar lo complicado que es saber cuándo estamos realmente amando u odiando; son cosas fácilmente confundibles.

En cambio, me parecía claro que la precisión y exactitud eran más propias de los conceptos matemáticos; en ningún otro saber encuentro mayor perfección. Los historiadores están tan obsesionados en hacer parecer que la historia sea como ellos quieren que sea que simplemente se dedican a distorsionarla. Lejos se quedan de la exactitud. Pensé también en el lenguaje: las palabras denotan objetos ¿No? ¿Encontraría ahí la precisión? En realidad no me hizo falta mucha reflexión para darme cuenta de lo vago que puede resultar el lenguaje, lejos de ser algo unívoco lo encontré algo verdaderamente confuso, y cuanto más profundizaba en el tema más sombras encontraba. El hecho de que un solo objeto pueda ser nombrado con palabras distintas, o lo que considero peor: que una sola palabra pueda nombrar cosas completamente diferentes, hasta el punto de que se puede denominar de la misma forma a un color cualquiera y a una persona. No, la vaguedad del lenguaje es innegable, y eso lo hace imperfecto.

Poco a poco me fui acercando a la ciencia. Fijé mi atención en uno de los conceptos más sencillos de la física, me refiero al concepto de “metro” ¡tan preciso y perfecto! Todos saben lo que es un metro, y si no, cogemos una regla y vemos qué distancia constituye un metro. Me pareció algo unívoco al principio, pero llegó la decepción al pensar un tiempo sobre ello (Como el mismo Russell indica en su artículo “Vaguedad”): una regla nos parece precisa porque nuestros sentidos, por sí solos, no son capaces de precisar más, pero en realidad, en lo material, no existen dos metros iguales. Si observamos con un microscopio veremos que la distancia que hay entre los extremos de una regla no es la misma que la de otra regla cualquiera. Y sin embargo decimos que son todas “reglas de un metro”. ¿Cuál de ellas es de un metro y cual está equivocada?

Me di cuenta entonces de que en lo material no encontraría la precisión que buscaba, en la medición material de la realidad no cabe exactitud alguna, tan solo existe en mi pensamiento. Un metro es un concepto preciso solo en cuanto a concepto, pero al “aplicarlo” sobre lo material pierde todo su carácter de precisión. Lo mismo sucede con el concepto de “punto”: no existen puntos en la realidad, pues cualquier cosa que cojas estará formada por puntos, y cualquier punto que cojas de ese objeto dejará de ser punto en el momento en el que lo midas; nuestra mente siempre puede seguir dividiendo en puntos o en partes indefinidamente, pero esto es porque es una propiedad de nuestro pensamiento: somos capaces de dividir: aunque no sea capaz de romper una piedrecita en dos, mi mente si es capaz de comprender que esa piedra se puede separar en dos, y a su vez, cualquiera de esos trocitos se puede volver a dividir… así hasta el infinito.

Pero volviendo al tema que me ocupa: parece que ya he encontrado dónde está la precisión, al menos en lo que se refiere a mi relación con la realidad: está en mi mente, en algunos de mis conceptos, como el de punto o recta. Pero al verme ya allí, en la meta de mi búsqueda, me encontré sin sentido, hueco. Después de haber rechazado tantos saberes distintos por ser imperfectos, imprecisos; ¿Ahora de qué me serviría tanta precisión? Me he dado cuenta de que el lenguaje no es perfectamente preciso, pero la mayoría de las personas siguen contentas con él. Me he dado cuenta de que la mayoría no prefiere tanto un lenguaje perfecto, preciso, unívoco, como un lenguaje que permita engañar, un lenguaje en el que quepa confusión, uno que cause mal entendidos; también un lenguaje que permita la poesía, un lenguaje, en definitiva, con el que se pueda jugar. Y es que la perfección del lenguaje no está en él mismo, sino que está en nosotros; toda la perfección que pueda alcanzar un lenguaje reside sencilla y únicamente en nosotros, aquellos que lo usamos y que decidimos el modo de usarlo.

martes, 22 de febrero de 2011

el sufrimiento de una cristiana

Esto es de Vicka, una de las videntes de Medjugore:
(Lo he sacado de otro blog:)

“El sufrimiento no puede ser explicado. El sufrimiento sólo puede ser vivido en nuestro propio corazón. Cuando el Señor nos da un sufrimiento, una cruz, nos está haciendo un regalo muy grande. Frecuentemente nos preguntamos: ¿Cómo puede ser que una enfermedad sea un don? ¡Pero realmente es un don, un gran don! Sólo Dios sabe por qué este don nos es ofrecido, y por qué lo retira luego en un momento determinado. Pero nosotros somos libres de decidir: ¿estoy dispuesto a aceptar este don? Hay diferentes clases de sufrimientos: los que Dios nos da y los que nosotros mismos inventamos. No tienen el mismo valor”.
“Cuando sonríes a pesar del sufrimiento, es porque lo has aceptado y que le perteneces totalmente a Dios. Después de esto, ni siquiera lo percibes, porque experimentas alegría. Como sufres con alegría, desaparece la tensión. Pero esta alegría no proviene del exterior, sino de tu interior, de tu corazón. Yo experimento una alegría tan intensa que me impulsa a trabajar más para la Virgen”.

martes, 15 de febrero de 2011

jueves, 10 de febrero de 2011

¿El camino o el final?

Ayer, con un grupo de amigos, apoyándonos en el camino de Santiago como ejemplo, nos preguntábamos si lo importante es la meta o es el camino. Si lo importante es llegar a Santiago o lo importante es el camino. La conversación de ayer me motiva ahora para escribir.

Nosotros decíamos ayer que en realidad lo importante es el final, pienso que es así. De hecho decimos "camino DE Santiago" y no solo "camino". No podemos hablar de un camino si no llega a ningún lado, todos los camino llevan a un sitio u otro, otra cosa distinta es que sepamos a dónde llevan.

Yo he puesto al título de este blog la palabra "caminante", y es precisamente porque considero que la vida es un camino, es una metáfora (o no tan metáfora) que me gusta mucho. Pero claro, eso no quiere decir que nos debamos quedar sólo en la idea de que la vida es un camino y ya está; la vida es un camino, pero ¿A dónde lleva? ¿Cual es el final? Bueno, supongo que eso dependerá de la ruta que cojamos. Pienso que todos debemos preguntarnos hacia dónde va nuestra vida, qué camino hemos cogido y hacia dónde lleva, si realmente queremos seguir esa ruta o es mejor cambiarla...

También pienso que una vez sepamos más o menos hacia dónde vamos...¡A disfrutar del camino!

martes, 8 de febrero de 2011

Lo cotidiano...

Lo cotidiano, lo cotidiano…vaya, acabo de estar echándole un ojo a algunos blogs que hablan de la importancia de vivir en lo cotidiano. ¡Cuánta razón! Cuántas veces he criticado de algunas personas que tienen una vida rutinaria, sumamente cotidiana, que es todo pura monotonía… Pero claro, si te paras a pensar: al final siempre hay que aceptar algo de cotidianidad en tu vida, no puede estar uno haciendo cada día cosas nuevas.
“Vivir lo cotidiano”… parece una tontería, pero pienso que mucha gente seríamos más feliz si nos parásemos a pensar en esto, en que hay que vivir lo cotidiano, porque al final lo que tenemos es el día a día, nuestra vida cotidiana, y es lo primero que tenemos que aprender a vivir: el día a día; el problema es cuando uno se pierde en su cotidiana vida y acaba siendo como un zombi que no sabe lo que hace, que se mueve por ahí sin más. Sería muy grande aprender a descubrir lo emocionante de cada día…y es cierto, cada día tiene sus cosas emocionantes. No digo que cada día sea una auténtica película de aventuras, pero si le diésemos una oportunidad a la vida nos sorprendería, mirar la calle con otros ojos: buscando nuevas imágenes, pidiéndole a gritos a la calle por la que pasas a diario que te muestre algo nuevo; mirando a cada persona que te cruzas como si nada supieras de ella y dejándote sorprender. El problema no es que la vida sea rutinaria, el problema es que nosotros damos por hecho que lo es.
Es como un tío que de tanto hacer el mismo recorrido todos los días, al final es capaz de hacerlo con los ojos cerrados, y ya no los abre, porque como se sabe el camino… Pero digo yo que es más interesante ir con los ojos abiertos. Y pienso que eso es lo que nos pasa muchas veces, que pensamos que esto de la vida ya nos lo conocemos bastante, pero si te ciegas tú mismo ¿Cómo va a deslumbrarte nada?
El hecho de que las cosas nos sorprendan depende de nosotros más de lo que nos pensamos. Me acurdo que un día, leyendo un libro de arte, me sucedió algo curioso: el autor incitaba al lector a mirar por la ventana fijándose en que las cosas no se parecen tanto a como están en nuestra imaginación. Ese edificio que está justo enfrente, el que se ve cuando subes la persiana todos los días: me paré a fijarme en ese edificio y ¡Madre mía! Era un edificio completamente distinto al que yo pensaba: yo creía que era simplemente de color ladrillo, pero ¿te has fijado en la de colores que puede tener un ladrillo? Los reflejos de la luz en las ventanas no son “un reflejo”, son auténticas manchas blancas en medio del cristal. Parece una tontería, pero es curioso que la realidad sea tan distinta a como me la imaginaba. He visto miles de reflejos y de ladrillos a lo largo de mi corta vida, pero cuando vi éstos os aseguro que me sorprendieron, y no es que los ladrillos y reflejos en los que me fijé esa vez fueran distintos; lo distinto era mi forma de mirarlos, Pero en serio, prueba tú y deja que el mismo edificio aburrido de todos los días te sorprenda, no me cabe duda de que a pocas ganas que le pongas quedarás compensado con creces.
Las cosas no son tan malas y aburridas fuera de nosotros, sino que somos nosotros los que las hacemos malas y aburridas. Siempre hay de todo, y el mal y lo aburrido existe, pero no tanto como creemos, solo hacen falta unos nuevos ojos con los que mirar la vida.
No sé…también es difícil mantener esa mirada de curiosidad y de niño ante la vida, sobre todo cuando ya te has llevado un par de palos y decepciones, pero la pregunta es ¿merece la pena?

jueves, 3 de febrero de 2011

Sin túnica de repuesto

Pongo el evangelio de hoy porque me parece genial...

Marcos 6,7-13:

"Entonces llamó a los Doce y los envió de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros. Y les ordenó que no llevaran para el camino más que un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero; que fueran calzados con sandalias, y que no tuvieran dos túnicas. Les dijo: "Permanezcan en la casa donde les den alojamiento hasta el momento de partir. Si no los reciben en un lugar y la gente no los escucha, al salir de allí, sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos".
Entonces fueron a predicar, exhortando a la conversión; expulsaron a muchos demonios y curaron a numerosos enfermos, ungiéndolos con óleo."