martes, 31 de julio de 2012

Una vela encendida


Fui creciendo entre las calles de este mundo, bajo las luces de este mundo, donde nunca oscurece, donde se oculta la noche bajo farolas amarillas. Se trata de un lugar construido con mucho esfuerzo, a lo largo de mucho tiempo; ha sobrevivido a la furia de catástrofes naturales y a la metralla de grandes guerras, es un mundo de hombres construido por hombres con sus propias manos. Un mundo de grandes avances científicos, donde el bienestar nos abraza a todos. Un lugar y un tiempo en que todo lo podemos esperar de la ciencia, pues la ciencia ficción se ha convertido en ciencia realidad.

Dicen que el siglo de las luces ya pasó, pero lo que yo creo es que, en occidente, vivimos aún en el mundo de las luces. Es fácil verlo desde un avión que vuela sobre Europa o Estados Unidos durante la noche; es de noche, pero en las ciudades hay más luz que oscuridad. Y esto pasa en el “macro-nivel” de las ciudades,
pero también en el “micro-nivel”, es decir, en nuestras casas. Apagad las luces de toda la casa y comprobad, a pesar de todo, cuántas luces siguen encendidas: relojes, despertadores, DVDs, regletas, móviles… Las tormentas que ha habido por aquí estos días me lo han recordado, el apagón de los alrededores me iluminó esta idea: Vivimos en el mundo de las luces.

Y en este mundo de las luces educamos al hombre diciéndole que él es la gran luz que puede iluminar al resto, la luz que no necesita de otras luces, independiente y autosuficiente. Eres completamente libre, completamente poderoso, completamente necesario; eres dios.

Desde pequeños te enseñan a soñar contigo mismo, con tu futuro; se te ofrecen cientos de alternativas y se te da a elegir entre ellas, nadie te obliga a nada, sólo tú eres quien puede y debe decidir, sin trabas. Nadie es quién para decirte qué debes hacer, ni cuando hacerlo ni cómo. Es un mundo que te ofrece libertad. Tú, amigo, eres el protagonista de tu propia historia, tú eres el escritor, tú eres el editor. Si tu historia llega a ser interesante muchos querrán servirte, trabajarán para ti, te venderán y llevarán más lejos, podrás incluso llegar hasta los últimos rincones de la tierra; llenarás escenarios y acapararás conferencias.

Construir un imperio no es ningún juego de niños, puedes construir el imperio de tu propia vida donde, evidentemente, tú eres el emperador; eres el dueño de tu propia vida y eso te convierte en el dueño del mundo.

Sin embargo, el hombre siempre ha temido una cosa, la oscuridad. Es tal el progreso, que cree haberla derrotado. No sé si engañado o simplemente ingenuo, el hombre cree que la oscuridad es ausencia de fotones, y cree vencerla al encender una bombilla. Pero no es la oscuridad más temida aquella que huye cuando las lámparas se encienden; no, la verdadera oscuridad ataca en la soledad, y no le importa que sea día o noche. La verdadera oscuridad, según creo, es la que reina en el mundo actual, es la de los hombres que, en su ceguera, creen ver mejor que nadie. Craso error creer que hemos desterrado la oscuridad más allá de nuestras fronteras de la ciencia. Y error fatal el del hombre que ha creído ser la luz del mundo. Más sabio es aquél ciego de la película “Bella” cuando, en su trozo de cartón, escribió: “Dios me cerró los ojos, ahora puedo ver”.

La humanidad necesita luz, y no me refiero a un nuevo flexo de bajo consumo; lo que necesita es quedar ciega, para poder ver la verdadera luz, que no brilla ahí fuera, sino aquí dentro. Por eso me gusta de vez en cuando una buena tormenta que provoque unos cuantos apagones, porque todas las luces se muestran en su verdadera naturaleza, las artificiales mueren, las reales prevalecen. Aún estoy esperando la gran tormenta que provoque el apagón de occidente.

No sé cuánta vida les queda a las luces de este mundo, pero sí sé una cosa, esas luces son, como nosotros, mortales. Ayer entré en una capilla, estaba prácticamente a oscuras, sin embargo, había una vela encendida…

domingo, 29 de julio de 2012

Tau franciscana

Últimamente me han preguntado en varias ocasiones seguidas que si esta pulsera que suelo llevar en mi muñeca izquierda tiene algún significado, en concreto preguntan por la "T" de madera que cuelga en uno de los extremos. Como no he sabido responder muy bien a la pregunta me he estado informando sobre este símbolo, que es conocido como "la tau franciscana".

En primer lugar, lo que veis en la fotografía no es una pulsera cualquiera, es un denario, últimamente se han puesto bastante de moda, a pesar de que, según creo, muchos no saben realmente lo que llevan en su mano. Un denario es un objeto religioso que sirve para rezar el rosario; si os fijáis tiene diez nudos, uno por cada una de las diez avemarías que se rezan en cada misterio del rosario. Los podemos ver muy diferentes, con bolitas de madera, de colores... lo que importa no es tanto el modo como su fin, sin embargo yo siempre he tenido cierta predilección por los que son a base de nudos.

En lo que se refiere a la tau franciscana: Por un lado, aunque parezca una "T" latina, es en realidad una "T" (tau) hebrea, la última letra de dicho alfabeto. Pertenece además al alfabeto griego. Y se dice que es "franciscana" porque San Francisco de Asís la usó frecuentemente, hasta el punto de firmar sus cartas trazando la tau al final de ellas.

¿Y por qué el santo de Asís tomó este símbolo? La respuesta se remonta a un sermón del Papa Inocencio III, en el que comentó un texto profético, Ezequiel 9, 4 ("Pasa por la ciudad, recorre Jerusalén, y marca una tau en la frente de los hombres que gimen y lloran por todas las abominaciones que se cometen dentro de ella"). San Francisco acudió al sermón del Papa, a comienzos del siglo XIII, y escuchó las siguientes palabras: "Tau es la última letra del alfabeto hebreo, y tiene la forma de cruz, como era la cruz antes que le pusieran encima la inscripción de Pilato. Tau es el signo que se lleva en la frente cuando el esplendor de la cruz se manifiesta en toda nuestra conducta, cuando, como dice el Apóstol, se crucifica la carne con sus vicios y pecados. Entonces se afirma: Yo no quiero gloriarme en ninguna otra cosa, si no en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por el cual el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo [...] ¡Sed, pues, los paladines de la Tau y de la Cruz!".

Francisco, sencillamente, le hizo caso. Aquí podeis ver más información, es lo que yo he leido para informarme mínimamente sobre este símbolo tan extendido entre los cristianos, especialmente los devotos de San Francisco.

viernes, 20 de julio de 2012

Hermandad

Soy hombre: duro poco
y es enorme la noche.
Pero miro hacia arriba:
las estrellas escriben.
Sin entender comprendo:
también soy escritura
y en este mismo instante
alguien me deletrea.

jueves, 19 de julio de 2012

Epektasis

Venga hombre ¿me vas a decir que no crees? Quizás no lo digas en voz alta, pero lo sabes, tus labios lo niegan, pero es porque tienes el corazón amordazado, si lo dejases libre lo gritaría a los cuatro vientos. Tus anhelos son tan altos que nada los satisface. Música, poesía, ciencia, drogas... adicciones vanas, parches inútiles para un sentimiento que lo supera todo. Quieres razones y no te das cuenta de que la mayor razón, la mayor prueba, es que en realidad no puedes negarlo. El miedo te paraliza, te impide ser feliz, pero basta reconocerlo. Él está gritando y solo hay que quitarse las manos de los ojos y destaparse los oídos. ¿Te has parado a escuchar? ¿A palpar? ¿A oler? Lo sé, lo conozco, esa sensación de querer salir sin saberlo, esa sensación de estar solo. Todo tu entorno te lo está gritando, ábrele las puertas que Él te puede cambiar la vida, te puede dar una nueva. Si quieres niégamelo, pero al menos reconócelo en tu soledad, necesitas a Dios, y Él te necesita a ti.