Jesús, incomparable perdonador de injurias,
óyeme; Sembrador de trigo, dame el tierno
pan de tus hostias; dame, contra el sañudo infierno,
una gracia lustral de iras y lujurias.
Dime que este espantoso horror de la agonía
que me obsede, es no más de mi culpa nefanda,
que al morir hallaré la luz de un nuevo día
y que entonces oiré mi «¡Levántate y anda!»
óyeme; Sembrador de trigo, dame el tierno
pan de tus hostias; dame, contra el sañudo infierno,
una gracia lustral de iras y lujurias.
Dime que este espantoso horror de la agonía
que me obsede, es no más de mi culpa nefanda,
que al morir hallaré la luz de un nuevo día
y que entonces oiré mi «¡Levántate y anda!»
Jejeje, veo que sigues con esa extraña poesía rimada que no sé de dónde la sacas... Yo me estoy dando una vuelta por el vecindario bloguero, ya que he decidido retomar los escritos en el blog, esto es una visita en plan "Hey, que sigo vivo".
ResponderEliminarMe llegó tu e-mail, por cierto. Perdona por no responder, lo dejé para luego y ya se sabe: hombre de "mañana", hombre de "nunca". De todas maneras, mis noticias son breves: sigo en Valencia, ahora me he matriculado en 1º de Teología, y a ver si vuelvo al convento para el verano que viene.
Ya sabes, si quieres pasarte por mi globo, bienvenido serás.