domingo, 20 de mayo de 2012

Un carmelita y los comienzos de algo grande

"Es el miércoles 16 de noviembre de 2010. Las doce en punto de la mañana. Me dispongo a llevar la comunión a los enfermos que viven cerca de nuestro convento. Voy al Sagrario y llevo al Señor conmigo en el porta-viático. Él es el consuelo de los enfermos en el dolor, es la medicina del alma y es mejor tener el alma sana aunque el cuerpo esté enfermo, me digo, recordando esta doctrina de Nuestra Santa Madre Teresa. Voy a la calle, recogido, con el Señor en mis manos. Es la hora del Ángelus. Está lloviendo, hace frío en Madrid y las hojas caducas de los árboles de nuestro jardín conventual han formado una alfombra al paso del Santísimo en esta otoñada que anuncia ya el cercano invierno. Salgo a la calle y llevo al señor sobre mi corazón, signo de que le quiero llevar dentro del mismo como tesoro en vasija de barro. Pienso todo esto, recogido. Los coches circulan veloces porque la hora punta pasó y ya no hay atascos en la calle Arturo Soria. La vida agitada de la gran ciudad va a su ritmo. A 20 metros del convento hay un semáforo en rojo para los peatones. Hay que esperar. Son pocos los viandantes en esta zona, más residencial que de comercios, ajardinada.

Una joven espera a mi lado a que el semáforo se ponga en verde y mientras tanto aprovecha para hacerme su pregunta:

Por favor. -¿me puede decir dónde está la clínica El Bosque?
Tiene el acento dulce, propio de los hispanoamericanos. Me quedo mirándole a los ojos unos instantes, con amor grande y no con menos grande tristeza:
Ella refleja esa tristeza en su rostro. Le contesto:
-¡No vayas, por favor, no vayas!
Ella se ha quedado perpleja ante mi respuesta. Piensa quizá que es una clínica de medicina general, y por eso me pregunta a mí, fraile con hábito, que no pasa desapercibido. Y es que esta clínica está a 200 metros de nuestro convento y es, exclusivamente, un abortorio, que lleva funcionando desde hace lustros.
El semáforo se pone en verde y comienza a caminar mientras le insisto.
-¡No vayas, por favor!: Allí matan niños. No vayas si no quieres colaborar en el asesinato de tu propio hijo, ése que llevas dentro.
Se le han llenado los ojos de lágrimas. Se ha encontrado con su propia realidad, con su soledad, con su sufrimiento.
Me dice que vive en la zona de Aluche. Ha venido hasta aquí, sin rumbo, mientras que todos los abortorios de Madrid, (que se enriquecen con la ayuda económica de la Comunidad de Madrid), están más cerca de su casa que este. La clínica del Bosque, El Bosque de la muerte, es la que más lejos está. De punta a punta.
Ella continúa caminando sin rumbo y yo a su lado y en su dirección, repitiendo lo mismo. Vamos los dos con paraguas. Está lloviendo y hace mucho frío.
-Por favor, espera -le digo-, vamos a hablar. Te vamos a ayudar, conozco gente que te puede ayudar. Por favor, no lo hagas, te arrepentirás durante toda tu vida. Espera… vamos a hablar, espera… Si sigue caminando estoy decidido a ir a su lado, hablándole, hasta la misma puerta de esa clínica.
He logrado detenerla y se ha echado a llorar:
-No lo puedo tener, me va a echar del trabajo, estoy sola, no le podré sacar adelante.
-Espera, -le digo- vamos a llamar a quienes te pueden ayudar. Hay otras alternativas.
-Tengo cita y llego tarde -me dice con ademán de marchar. Sigo caminando con ella.
-Espera. ¿Cómo te llamas?
-Mónica.
- Yo Migue Ángel. Espera Mónica, ya estoy llamando.
Veo que el teléfono tiene muy poca batería y espero que dure. Llamo a Pilar Gutiérrez, del Movimiento Unidos por la Vida, con la que he cooperado en algún proyecto y le cuento muy brevemente la situación. Le paso el teléfono para que hable con Mónica mientras esta se seca las lágrimas con mi pañuelo.
Pilar le dice que no lo haga mientras yo lo pongo todo en las manos del señor, al que llevo en las mías y miro al cielo encomendándolo a todos los bienaventurados, mártires y santos inocentes de todos los tiempos. Y pido la intercesión de nuestras MM. Carmelitas Descalzas para que la fecundidad espiritual de su vida se manifieste, y pienso en todos los contemplativos de la Iglesia. Mónica corta la conversación. Se defiende de Pilar como de mí. Ante la propuesta de dar a su hijo en adopción, prefiere abortar.
Mónica corta la conversación. Tiene prisa. Llega tarde a la cita en la que va a programar su crimen. Me pasa el teléfono y Pilar me da breves y claras recomendaciones. Pero no hay tiempo. Hay que actuar.
-Mónica, escúchame –le digo- hace mucho frío, ven a mi casa, que está muy cerca. Ven, por favor, vamos a hablar.
-No puedo, pierdo la cita. Ha sido mi novio, me ha dado la dirección de la clínica.
- No te preocupes, -le digo-, no tienes que ir allí para nada.
-Pero usted no me comprende, no está en mis zapatos.
-Si te comprendo –le digo- no estoy en tus zapatos, pero estoy en mis sandalias para intentar tocar la tierra. Vamos.
Desde una habitación del Hospital Anderson, Almudena de Castro observa la escena. Está cuidando a su madre, Paquita Carpeño, operada de cáncer, a la que iba a llevar la comunión. Le dice a su madre que me está viendo, en la calle, con una chica, que seguro que voy a visitarla. No. Se vuelven hacia el convento. Al día siguiente llevaré la comunión a los enfermos.
La he tomado ligeramente del brazo y recorremos despacio los pocos metros que nos separan del convento. Ella no sabe que hace un año, el 28 de diciembre, lloviendo también, nos concentramos con gente del partido Alternativa Española (AES) al lado de ese Bosque, para rezar por los nuevos santos inocentes de hoy y por sus madres, víctimas de este doble crimen que es el aborto. En este instante, mientras esto escribo, un amigo sacerdote me pone un sms diciéndome: Celebré la Santa Misa por Miguel Ángel y sus padres).
Estamos volviendo al convento, que está muy cerca. De nuevo, la alfombra de hojas recibe al Señor, a Mónica con la nueva vida en su seno y a este fraile. Entramos. Se me ocurren mil cosas que decirle y que hacer. Vamos a un ordenador, le digo que se siente y busco en Google: vídeo sobre el aborto. Me llama Pilar, me proporciona al teléfono de una institución provida y me dice que busquemos la página “No más silencio” y “Apóstoles de la vida”.

He encontrado un video precioso que vi hace tiempo y que promocionó Inter economía. Ha salido este video providencialmente. Recuerdo que es tremendo. Y Mónica me dice que ya lo conocía. Lo ve sin dejar de llorar. En este vídeo, un niño habla a su madre desde el seno materno, feliz por haber sido concebido. La mamá tiene problemas diversos y decide ir a abortar. El niño establece un monólogo con su madre, entristecido y mostrando, finalmente su terrible sufrimiento mientras está siendo víctima inocente de este asesinato. Es conmovedor.
Me dice Mónica que si no tengo nada que hacer. Le digo que no. Solo estar con ella. Busco un testimonio de una chica que cuenta su vida después de haber abortado. Mónica lo escucha atentamente.
La dejo sola en la habitación. Llamo a mi buen amigo Antonio Torres, al móvil varias veces, no lo coge, llamo al fijo. Me dicen que le dirán que me llame. Llamo a Mercedes Montoro, su esposa, le cuento muy brevemente y me dice que rápido se ponen en camino o ella o Antonio. Ellos colaboran en organizaciones pro vida. Mercedes me dice:
-Padre, Antonio va para allá. En media hora, están en su convento. Va a Red madre a buscar a Esperanza para que vaya con él y van para allá.
Le digo a Mónica que esté tranquila, que van a venir a ayudarnos. Tiene miedo, porque teme la pérdida del trabajo por estar embarazada. Le digo que no se preocupe, que nos van a ofrecer otras alternativas. Todo esto mientras le sirvo un café y unos dulces.
Me pregunta por mi vocación, por qué decidí ser sacerdote. Cuando le digo que fui al seminario con 10 años se sorprende.
Me dice que es de Bolivia y que su novio era español. Al quedarse embarazada, la ha dejado. Su madre vive en España, pero apenas se tratan. Ella vive con su hermana, con la que la relación es nefasta. Está sola.
Me dice que es protestante y que, en su confesión, tampoco aprueban el aborto, que ella ha rezado esta mañana y que no cree en las casualidades. Interpreta como providencial el encuentro conmigo. Mónica está más serena. Le pido que se deje ayudar, que ame la vida que lleva dentro y que ya verá como todo sale bien.
Mónica está bautizada. Ella misma lo pidió en su juventud. Nos une el mismo bautismo en Cristo.
Llaman a la puerta. Ya están aquí Antonio y Esperanza. Han llagado en 20 minutos escasos. Antonio, como siempre que se trata de algo importante ha desplegado las alas de su coche y de su caridad. “Nos apremia el amor de Cristo”, pienso con San Pablo.
Nos reunimos los cuatro y Mónica comienza a contar toda su historia desde el principio. Ya tiene un hijo de cinco años. Ella lleva año y medio en España y se casó, muy joven con un militar en Bolivia. El niño está con su padre. Lleva dos años sin verlo. Ella tiene 25 años y el que ha sido su novio en España, 24. Este está trabajando y no quiere que ella tenga el niño, por eso la ha mandado a la clínica que él ha buscado. Ella duda del mutuo amor.
Esperanza está curtida en estas lides, por experiencia propia y por su trayectoria en Red Madre. Escucha, anima, propone, llora y ríe con las dos víctimas de este asunto, madre e hijo. Le habla de cómo ayudan a todo en Red Madre. Le habla del centro de acogida, de cómo ella puede vivir allí y seguir trabajando después de tener a su hijo. Tienen guardería para que esté cuidado mientras el tiempo de trabajo… Mónica se ha ido serenando.
Antonio, con una amabilidad sorprendente, habla a Mónica desde Dios. Ella sabe bastante de la Biblia. Tiene cultura. Recuerda nuestro encuentro a las 12 del mediodía y dice que, al saber mi nombre, se acordó del pasaje de la Anunciación. Dice que no hay casualidades y que esto ha sido para ella un signo de Dios.
Antonio le dice que la vida que lleva dentro no es de ella, que es un regalo de Dios para ella. Todo con una delicadeza genial. Mónica escucha con atención.
También, en la conversación, han surgido algunas bromas y hemos reído. Yo he escuchado con atención. He intervenido, brevemente, alguna vez. Hemos escuchado atentamente. Hemos hablado despacio. He pedido a Mónica su teléfono, email, correo postal. Todo. Antonio le pregunta que si es niño, cómo se llamará. Ella afirma sin titubeos: Se llamará Miguel Ángel.

Esperanza llama a un médico ginecólogo para que la pueda recibir. Tienen cita hoy mismo a las 15 horas en la clínica Moncloa. Son las 14,30.
Todo el tiempo ha estado el Señor con nosotros en el porta- viático, bajo la humilde apariencia de pan. Mónica no se cree aún lo que le ha sucedido. Le parece un sueño. Confiesa que rezó por la mañana antes de salir de casa.
Hay que ser puntuales y a las 14,45 hay que salir. Vamos hacia el coche de Antonio. Esperanza, Mónica y Antonio van a Moncloa. Yo me quedo en el convento con el cansancio de quien regresa de una terrible batalla y con la confianza en el Señor. Esperanza y Mónica se quedan en la Clínica Moncloa. El médico es extraordinario.
Sigo en comunicación con Mónica por teléfono y e-mail. Está con paz. Esperanza se encargará de lo psicológico y material, yo de lo espiritual, que también es importante. Ya he encontrado amigos que me ofrecen ayuda económica para ella y que tiene preparado un buen ajuar para cuando nazca el niño.
Esperamos que esta nueva vida sea para gloria de Dios.
Ayer jueves 18 de noviembre me regaló mi amiga maría del Mar Núñez un niñito de cerámica, precioso, durmiendo plácidamente y protegido por las alas de un ángel, el Ángel de Dios. He llevado este detalle a correos y le llegará a Mónica.
Qué terrible la soledad y el sufrimiento de estas chicas.
Sucedió en Madrid y Dios lo hizo.
Dios te guarde. +"


Padre Miguel Ángel M. de D.

martes, 15 de mayo de 2012

Medjujoven 2012

Cuatro días de autobús de ida más otros tantos de vuelta, sacos de dormir y tiendas de campaña, un pueblo pequeño, caluroso y pedragoso... Pero no hay más que ver las caras de la gente que vuelve de allí, no hay más que preguntar si quieren o no bajarse del autobús al volver a Madrid.

En mi caso, la primera vez que fui, cuando me subí al autobús el primer día y vi que la persona más cercana a mi en edad era mi propia hermana pensé "Pufff... que rollo, bueno, son solo 15 días y estamos de vuelta, justo para las fiestas de Torre", y cuando ya llevaba Medjugore unos días y se acercaba el momento de irse pensé: "¡Por favor, Señor, 15 días más!"

jueves, 10 de mayo de 2012

Unos versos de Emily

Un amigo me acaba de envíar estos versos de Emily Dickinson, la verdad es que me han encantado, ¡Gracias N! Creo que puede merecer la pena leer más poesía de esta mujer... Aquí os dejo esas breves estrofas:


De las almas creadas
supe escoger la mía.
Cuando parta el espíritu
y se apague la vida,
y sean Hoy y Ayer
como fuego y ceniza,
y acabe de la carne
la tragedia mezquina,
y hacia la Altura vuelvan
todos la frente viva,
y se rasgue la bruma...
yo diré: Ved la chispa
y el luminoso átomo
que preferí a la arcilla.


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Muchas veces pensé que la paz había llegado
cuando la paz estaba muy lejos-
como los náufragos- creen que ven la tierra-
en el centro del mar-

y luchan más débilmente -sólo para probar
tan deshauciadamente como yo-
cuántas ficticias costas-
antes del puerto hay-


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Presentimiento es esa larga sombra
que poco a poco avanza sobre el césped
cuando el sol sus imperios abandona...

Presentimiento es el susurro tenue
que corre entre la hierba temerosa
para decirle que la noche viene.

miércoles, 9 de mayo de 2012

La eucaristía, fuerza de Vida

Una de las cosas por las que es conocido Don Bosco es por sus sueños proféticos. Se podría decir que ha sido un profeta de los tiempos modernos. En uno de ellos, el que quizás sea el más conocido, ve un gran barco que representa la Iglesia, era pilotado por el Romano Pontífice,el Papa, y navegaba sobre un mar agitado por la tempestad. Aparecieron además un centenar de barcas enemigas muy bien armadas con cañones (el ateismo, la corrupción, el secularismo...). Comienza entonces una gran batalla en la que la gran nave de la Iglesia es además zarandeada por las olas y el viento. Cuando prácticamente ya había sido derrotada, surgieron del mar dos poderosas columnas. Sobre una de ellas está la Eucaristía y sobre la otra la imagen de la Virgen María. La nave pilotada por el Papa se acercó y se amarró fuertemente a esas dos columnas, así ya no sería hundida. Luego, de las dos columnas surgión con gran fuerza un viento que ahuyentó y hundió las naves enemigas.

Sin duda la Eucaristía es uno de los pulmones de la Iglesia, sin ella difícilmente puede salir adelante. Una vez un religioso amigo de mi familia, no me acuerdo por qué motivo, pasó por mi casa; yo le llevé a la iglesia de mi pueblo para enseñársela. Coincidió (o como diría un conocido, más que coincidencia es una Diosidencia) que ese día estaba expuesto el Santísimo y le expliqué que una vez a la semana se exponía el Santísimo durante todo el día y se hacían turnos de adoración. También le conté, orgulloso, que era una parroquia muy viva, que estaba creciendo últimamente. Él me contestó algo así como "allí donde la Eucaristía es el centro, llega la vida".

Cristo lo dijo (Jn 6, 51.54.56), Don Bosco nos lo recuerda y los hechos lo ratifican a diario, donde está la Eucaristía está la vida, la felicidad, la valentía... y aquellos que la adoran le encuentran el sentido a sus vidas. La receta es sencilla: "acción de gracias".

Os dejo por último el testimonio del cardenal Van Thuan, obispo de Vietnam y hecho prisionero por los comunistas en 1975:

"Cuando en 1975 me metieron en la cárcel, se abrió camino dentro de mí una pregunta angustiosa: ¿Podré seguir celebrando la Eucaristía? Fue la misma pregunta que más tarde me hicieron los fieles. En cuanto me vieron, me preguntaron: ¿Ha podido celebrar la Santa misa? En el momento en que vino a faltar todo, la Eucaristía estuvo en la cumbre de nuestros pensamientos: el pan de vida.Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar es mi carne por la vida del mundo (Jn 6, 51). En todo tiempo, y especialmente en época de persecución, la Eucaristía ha sido el secreto de la vida de los cristianos: la comida de los testigos, el pan de la esperanza.
Cuando me arrestaron, tuve que marcharme enseguida, con las manos vacías. Al día siguiente me permitieron escribir a los míos, para pedir lo más necesario: ropa, pasta de dientes... Les puse: Por favor, enviadme un poco de vino como medicina contra el dolor de estómago. Los fieles comprendieron enseguida.

Me enviaron una botellita de vino de misa, con la etiqueta: medicina contra el dolor de estómago, y hostias escondidas en una antorcha contra la humedad.

La policía me preguntó:

–¿Le duele el estómago?

–Sí.

–Aquí tiene una medicina para usted.

Nunca podré expresar mi gran alegría: diariamente, con tres gotas de vino y una gota de agua en la palma de la mano, celebré la misa. ¡Éste era mi altar y ésta era mi catedral!

En la prisión, sentía latir en mi corazón el corazón de Cristo. Sentía que mi vida era su vida, y la suya era la mía.

La Eucaristía se convirtió para mí y para los demás cristianos en una presencia escondida y alentadora en medio de todas las dificultades. Jesús en la Eucaristía fue adorado clandestinamente por los cristianos que vivían conmigo, como tantas veces ha sucedido en los campos de concentración del siglo XX.

En el barco que nos llevó al norte celebraba la Misa por la noche y daba la comunión a los prisioneros que me rodeaban. En el campo de reeducación estábamos divididos en grupos de 50 personas; dormíamos en un lecho común; cada uno tenía derecho a 50 cm. Nos arreglamos para que hubiera cinco católicos conmigo. A las 21.30 había que apagar la luz y todos tenían que irse a dormir. En aquel momento me encogía en la cama para celebrar la misa, de memoria, y repartía la comunión pasando la mano por debajo de la mosquitera. Incluso fabricamos bolsitas con el papel de los paquetes de cigarrillos para conservar el Santísimo Sacramento y llevarlo a los demás. Jesús Eucaristía estaba siempre conmigo en el bolsillo de la camisa.

Así Jesús se convirtió –como decía Santa Teresa de Jesús– en el verdadero compañero nuestro en el Santísimo Sacramento. Un solo pan, un solo cuerpo. Y Jesús nos ha hecho ser Iglesia. Porque uno solo es el pan, aun siendo muchos, un solo cuerpo somos, pues todos participamos del mismo pan (1 Co 10, 17).
Ofrezco la Misa junto con el Señor: cuando reparto la comunión me doy a mí mismo junto al Señor para hacerme alimento para todos. Esto quiere decir que estoy siempre al servicio de los demás.

Cada día, al recitar las palabras de la consagración, confirmaba con todo el corazón y con toda el alma un nuevo pacto, un pacto eterno entre Jesús y yo, mediante su sangre mezclada con la mía. ¡Han sido las misas más hermosas de mi vida!"

"Queridos jóvenes: Jesús vive ente nosotros en la Eucaristía… Entre las incertidumbres y distracciones de la vida cotidiana, imitad a los discípulos… Invocad a Jesús para que permanezca siempre con vosotros. Que Él sea vuestra fuerza, vuestro ejemplo y vuestra esperanza" (Juan Pablo II).