Llegó la definitiva hora de despedirse de aquella estación ¿Qué se le va a hacer? las despedidas llegan, unas más silenciosas, otras con más ruido, entre lágrimas, risas, o gestos serios, más calidas o más frías, una despedida es una despedida, y siempre deja huella. No puede comprarse un billete sólo "de ida" y hacer como si no pasara nada.
Sin embargo, los billetes sin vuelta tienen su encanto particular. Si las miradas atrás y los recuerdos no nos encierran en el pasado, y nos atrevemos a subir a ese autobús, podremos disfrutar de un maravilloso viaje hacia el futuro, que, posiblemente, nos brinde estaciones tan grandes como de la que partimos. Quizás mejores. Reconozco que no soy experto en los billetes "de ida", a penas habré cogido dos o tres; pero ya digo que tienen su encanto. Empezar algo nuevo, llegar a una estación desconocida, con sus propios pasillos, cafeterías, puntos de información y de ventas, sus trabajadores... igual pero distinta a otras estaciones. Se pueden conocer centenares de ellas, pero nunca se conocen todas, y cuando se llega a una nueva, nuestra mirada vuelve a ser la del niño que busca el camino, batiendo con la mirada esas señales universales que nos indican por dónde ir, "salida", "metro"... Da igual cuantos años se tengan, bajarse en una nueva parada es continuar la vida, pero es comenzar una estación. Sí, hay que hacerse a ella, pero reconozcámoslo, es emocionante, llegar a una nueva estación de autobuses nos hace ser un poco Indiana Jones descubriendo nuevos caminos.
De todas formas, por mucho encanto que tengan los billetes "de ida", no hay por qué cerrar la puerta y tirar la llave. Siempre queda la posibilidad de guardarse en el bolsillo uno de esos billetes de "vuelta abierta".
Sin embargo, los billetes sin vuelta tienen su encanto particular. Si las miradas atrás y los recuerdos no nos encierran en el pasado, y nos atrevemos a subir a ese autobús, podremos disfrutar de un maravilloso viaje hacia el futuro, que, posiblemente, nos brinde estaciones tan grandes como de la que partimos. Quizás mejores. Reconozco que no soy experto en los billetes "de ida", a penas habré cogido dos o tres; pero ya digo que tienen su encanto. Empezar algo nuevo, llegar a una estación desconocida, con sus propios pasillos, cafeterías, puntos de información y de ventas, sus trabajadores... igual pero distinta a otras estaciones. Se pueden conocer centenares de ellas, pero nunca se conocen todas, y cuando se llega a una nueva, nuestra mirada vuelve a ser la del niño que busca el camino, batiendo con la mirada esas señales universales que nos indican por dónde ir, "salida", "metro"... Da igual cuantos años se tengan, bajarse en una nueva parada es continuar la vida, pero es comenzar una estación. Sí, hay que hacerse a ella, pero reconozcámoslo, es emocionante, llegar a una nueva estación de autobuses nos hace ser un poco Indiana Jones descubriendo nuevos caminos.
De todas formas, por mucho encanto que tengan los billetes "de ida", no hay por qué cerrar la puerta y tirar la llave. Siempre queda la posibilidad de guardarse en el bolsillo uno de esos billetes de "vuelta abierta".