Sobre la libertad en el segundo tratado de Locke

LA LEY DE LA LIBERTAD
(Segundo tratado sobre el gobierno civil)
Todos los hombres, lo acepten o no, anhelan la libertad. Encontrarás muy pocos por la calle que al preguntarles, te digan sin dudarlo que prefieren no ser libre antes que serlo. La libertad es algo bueno, es una verdad que se presenta evidente ante nosotros sin necesidad de profundizar en el tema. Pero yendo un paso más allá, no solo es que concibamos la libertad como positiva, sino que además tenemos la sensación interna de que realmente somos seres libres, tenemos la sensación de que podemos elegir entre unas opciones y otras y que nadie más que nosotros puede tomar la decisión, dejando de lado posibles recomendaciones o, incluso, incitaciones .
Es por esto por lo que me parece realmente interesante tratar el tema de la libertad con respecto a la obra que nos ocupa. Si no es el tema que goce de más páginas en este “segundo tratado sobre el gobierno civil”, si es cierto que se trata de un concepto fundamental en el pensamiento de John Locke, muy especialmente en su pensamiento político. ¿En qué consiste la libertad? ¿Cómo la adquirimos? ¿Es posible dejar de ser libres?
Libertad natural y libertad política
Lo primero que habría que distinguir son las dos libertades diferentes de las que habla el británico en esta obra. Cuando habla de libertad lo puede estar haciendo en dos sentidos diferentes, si bien ambos tienen una misma base y fundamento. En primer lugar, Locke habla de aquella libertad que todo hombre posee y que recibe en el momento en el que nace; es la que nos otorga la Ley de Naturaleza. Antes de que podamos siquiera tomar nuestra primera decisión disponemos de una libertad que nos pertenece en tanto que somos seres racionales.
En segundo lugar, habla de la libertad que poseen los hombres que ya han entrado en sociedad, bajo una ley y un poder legislativo. En este segundo sentido la libertad está subordinada a la ley que rige dicha sociedad, la cual ha sido aceptada libremente por los individuos que la constituyen.
Libertad en estado de Naturaleza
Así define Locke ese primer sentido de libertad: “La libertad natural del hombre consiste en estar libre de cualquier poder superior sobre la tierra y en no hallarse bajo la voluntad o la autoridad legislativa de hombre alguno, sino en tener por regla de conducta solo la ley natural”[1].
La idea que tiene en mente es que todos los hombres nacemos en estado de Naturaleza, y por la ley de Naturaleza nacemos todos libres e iguales. La ley de Naturaleza no hace distinciones y nos “concede” la libertad por el sencillo hecho de que somos seres humanos. En este estado primero, poseemos unos derechos y tenemos la capacidad de responder hacia cualquiera que se atreva a atentar contra ellos. En la Naturaleza no hay nadie que legisle o gobierne por encima de todos, tan solo Dios, por eso cada individuo puede salir en defensa de sus propios derechos. La Ley natural nos rige y nosotros la legislamos. No hay restricciones que valgan, nadie me dice lo que tengo o no tengo que hacer, sólo la ley de Naturaleza, que nos rige a todos por igual. Por ello dice Locke “la libertad natural consiste en no hallarse bajo ninguna otra restricción que la ley de naturaleza”[2]
Luego veremos que la idea que subyace de fondo es la misma que la que hay detrás de la libertad en sociedad. Para Locke, en sentido general la libertad del hombre consiste en su “derecho a actuar en conformidad con su propia voluntad”[3]. Lo único que me rige a mi es mi voluntad, la cual se rige por la ley de naturaleza. Por ello la ley de naturaleza es el único principio en el que se debe apoyar mi voluntad, y no sobre la voluntad de ningún otro hombre. No hay hombre alguno sobre la faz de la tierra que haya nacido superior a mí y que por lo cual le deba algún tipo de servicio o servidumbre. Así como tampoco ningún hombre me debe a mí ningún servicio.
Más adelante afirma el autor de esta obra que la ley que rige a todos los hombres por igual, antes de que entren o no a formar una sociedad, es la ley de la razón. Y en virtud de esa ley todos los hombres son libres e iguales; como ya he dicho más arriba: somos libres en tanto que somos racionales. Sin embargo esta concepción presenta un problema, y es que resulta evidente que no todos los hombres son igualmente racionales, los hay con la razón más desarrollada que otros, y al darnos cuenta de esto, y siguiendo la argumentación de Locke, no podemos evitar pensar que hay hombres más libres que otros, lo cual parece contradictorio con lo que había dicho antes.
Locke no tiene ningún problema en aceptar tal afirmación –que hay hombres más libres que otros- y matiza sus afirmaciones anteriores. Aunque no lo dice con estas palabras, podríamos decir que el hombre nace potencialmente libre, y en ese sentido es libre cuando nace, sin embargo nadie nace con la razón plenamente desarrollada; nacemos racionales pero no razonando, para ello debemos desarrollar la capacidad racional que hay en nosotros. Aunque yo nazca con la capacidad de sumar y hacer operaciones matemáticas eso no significa que al nacer inmediatamente me ponga a sumar médicos y enfermeros y a calcular cuántos hay por metro cuadrado en el hospital en que he nacido. Toda esa capacidad es potencial. Nuestro autor lo explica: “Así, nacemos libres en tanto nacemos racionales. Ello no implica que al nacer poseamos efectivamente el ejercicio de la libertad y de la racionalidad”[4].
Óscar Godoy afirma que esta racionalidad de la que habla Locke no es otra cosa que la Ley divina. Tenemos en nuestro interior la Ley divina y es a la que debemos obedecer (la única que debemos obedecer) en estado de Naturaleza. Y es por eso que  el fundamento de la libertad del hombre es Dios mismo. Y también eso explica que el hombre en estado de Naturaleza no esté legitimado a hacer lo que quiera, sino que ha de seguir la ley de la Naturaleza o de la razón, esto es, obedecer a Dios. Esto hace completamente diferente el estado de Naturaleza de Locke al de Hobbes. Para el primero el hombre tiene que responder ante un orden superior, y en eso puede fundar una moral del bien y del mal. Para el segundo el estado de Naturaleza es una guerra continua de todos contra todos en la que no hay Dios que valga.[5]
Libertad política (o en sociedad)
Locke expone en este segundo tratado cómo los hombres deciden abandonar su estado de naturaleza (estado en el que todos nacemos), y deciden unirse con otros cuantos individuos para establecer una sociedad y un gobierno para dicha sociedad. Constituir una sociedad tiene sus ventajas, pero requiere también que cada uno sacrifique algo de su parte, a saber, unos cuantos derechos que poseemos en estado de naturaleza y a los que renunciamos para que la sociedad pueda cumplir su fin: la protección de las vidas, libertades y bienes. En este proceso el hombre deposita sobre el gobierno unos derechos y poderes que antes podía ejercer individualmente. En lo que se refiere a la libertad, como dice Oscar Godoy “la libertad natural se hace a sí misma libertad civil a través del contrato”[6].
Sobre eso volveremos más tarde, lo que nos interesa ahora es la consideración de la libertad del hombre en este estado de sociedad. La idea de la sociedad y del gobierno consiste en establecer unas leyes que gobiernen sobre todos sus miembros, la cual, como he dicho, limita ciertos derechos que sí poseemos en estado de naturaleza. Entonces ¿Se ve recortada la libertad del hombre que entra a formar parte de una sociedad? Locke respondería sin miedo que no, de hecho, la auténtica libertad se ve posibilitada por una ley que la garantice: “la libertad de los hombres situados bajo jurisdicción de un gobierno consiste en vivir en conformidad con una norma fija, común a todos los que viven en dicha sociedad y promulgada por el poder Legislativo erigido en ella”[7].
Ser libre, por tanto, no consiste en esa concepción vaga que predica la libertad como facultad para hacer lo que se quiera, sin ningún tipo de obstáculo a la propia voluntad, sin ninguna ley que la limite o conduzca. Más bien es todo lo contrario, porque ser libre es obedecer una ley. Es común (y comprensible) creer que la ley es contraria a la libertad; que lo que hace la ley es limitar la libertad de los individuos para así poder asegurar una convivencia tranquila y pacífica. En cierto sentido esto es así en Locke, pero no es del todo acertado, pues para el británico no se trata de que la ley limite las libertades de la gente, sino que las permita, que las haga posibles: “la finalidad de la ley no es suprimir o restringir la libertad, sino preservarla y expandirla; pues en todas las especies de criaturas susceptibles de ser regidas por leyes, donde no hay ley, no hay libertad. Pues la libertad consiste en estar exento de coerción y de violencia por parte de terceros, lo que no es posible donde no hay ninguna ley”[8]
Hobbes se acerca más al extremo, y a él sí se le puede asignar esa otra forma de entender la ley y la libertad: "Por libertad se entiende, de acuerdo con la significación apropiada de la palabra, la ausencia de impedimentos externos, impedimentos que a menudo pueden arrebatar a un hombre parte de su poder para hacer lo que le plazca, pero no pueden impedirle usar del poder que le queda, de acuerdo con lo que le dicte su juicio y razón."[9] Claramente la libertad y la ley se oponen, y donde está la una no puede estar la otra; donde hay ley no hay libertad y donde hay libertad no hay ley. Con Locke parece a veces que también es así (“los hombre no abandonarían la libertad del estado de naturaleza…”[10]). En el capítulo VIII dice claramente que la libertad del hombre en sociedad es menor a la libertad del hombre en estado de naturaleza.[11]
Pero, en cualquier caso, la libertad en estado de naturaleza también la considera relativa a una ley: la ley de la razón. Por tanto, la libertad en Locke hay que entenderla así: ser libre es cumplir una ley aceptada por todos. Esta es la ley que la libertad ha de cumplir.
De todo esto se desprende algo muy importante, y es que parece que la libertad depende en gran medida del conocimiento de la ley. Para poder ejercer la libertad, como hemos dicho, es necesario aceptar y cumplir una ley aceptada por todos. Pero para aceptarla hay que conocerla. Entonces ¿Qué pasa cuando no se conoce la ley? ¿Hay o no hay libertad? Locke explica que los niños que no han desarrollado la facultad racional o las personas con deficiencias mentales (que les impiden razonar normalmente) son libres en virtud de su padre o tutor, que toma las elecciones libremente por ellos hasta que ellos puedan tomarlas por sí mismos. Sin embargo, a mí esto me parece lo mismo que decir que esas personas no son libres, aunque podrán serlo en un futuro. Locke pretende salvar la libertad de naturaleza, pero, en mi opinión, no lo consigue. Si seguimos los razonamientos del autor no podemos evitar afirmar que los niños pequeños o los deficientes mentales, de hecho, no son libres.
La Esclavitud
La esclavitud es el único estado en el que no se es libre. Para Locke todos los hombres son libres por naturaleza, todos nacemos libres. La única forma de perder la libertad es entrar en estado de guerra con otro individuo y ser vencido. “En ello reside la verdadera condición de la esclavitud, que no es otra cosa que el estado de guerra continuado entre un vencedor legítimo y un vencido tomado cautivo”[12]. Cuando uno pierde su libertad pierde también su vida, de forma que el señor del esclavo puede acabar con él cuando quiera. Y éste es un derecho que no recibe porque se lo conceda el esclavo, que al no tener derecho sobre su propia vida (como ningún hombre lo tiene) tampoco puede transferir tal derecho a otro individuo por medio de ningún pacto. El derecho de uno sobre la vida del otro (poder despótico) no es otorgado tampoco por la Naturaleza, “es efecto exclusivo de la renuncia que hace el agresor de su propia vida cuando se pone en estado de guerra con otro”[13]; ha intentado matarle y, como respuesta, le es legítimo acabar con la vida de su agresor.
“La libertad humana como fundamento y origen de la vida política”[14]
“El propósito de este ejercicio es destacar y poner de relieve la función de la libertad y el consentimiento en la estructura del contrato”[15]. Esto es lo que se propone Óscar Godoy en su artículo. El segundo tratado sobre el gobierno civil habla fundamentalmente del estado pre-político y político del hombre, así como del proceso por el que el hombre pasa de uno a otro. La libertad es un concepto clave a lo largo de todo el tratado, pues realmente es la causa de las comunidades políticas en la medida en que posibilita su origen, tal y como las entiende Locke.
Cada hombre vive individualmente por el mundo en un estado en el que cada uno es un soberano, como el mismo Locke dice, y legitimado para hacer cumplir la ley Natural, así como en posesión del derecho de gobernarse a sí mismo. Pero es un estado que provoca mucha inseguridad e inestabilidad[16], y por ello muchos deciden reunirse en sociedad, para así preservar sus posesiones (vida, libertad y riquezas).
Este es el origen de la comunidad política, que podríamos enunciar así: la libre decisión de un conjunto de individuos de reunirse en sociedad para dejar de gobernarse a sí mismos, y que haya un poder Legislativo que se encargue de coordinar la vida, libertad y riqueza de cada uno de dichos individuos, esto es, de gobernarlos a todos. Es pues, la libre decisión de dejarse gobernar. En realidad, no es del todo exacta la expresión “dejarse gobernar”, pues Locke deja muy claro que las leyes se deben decidir entre todos, y en ese sentido no se puede hablar de un “dejarse gobernar”. Como dice Óscar Godoy: “Según Locke, la regla mayoritaria es el único procedimiento racional apropiado para que el cuerpo político actúe como un todo[17]. La idea es que los hombres que se reúnan en sociedad decidan unas leyes que se han de cumplir, y que el poder Legislativo se encargue de que se cumplan, pero todos intervienen en la elaboración de dicho elenco de leyes. No es igual que el Leviatán de Hobbes, donde un solo hombre gobierna y los demás son sus súbditos, sino que en la política lockeana todos son súbditos de las leyes establecidas por la comunidad política. Se trata de que todos gobiernen a todos.
En la teoría política de Locke está siempre presente el concepto de libertad, y en la práctica de dicha teoría política estaría siempre en juego la libertad misma de cada individuo. Es un consentimiento libre de cada individuo que entra en la comunidad política. El hombre en estado de Naturaleza usa su libertad natural para entrar a formar parte de una sociedad, la cual “limita” su libertad para así garantizarla, como ya hemos explicado más arriba. Y de esta forma se entienden las palabras de Óscar Godoy “En efecto, la libertad natural se hace a sí misma libertad civil a través del contrato”[18] Y por todo lo que hemos explicado “debe entenderse que el pacto origina la sociedad política”[19].
Comentarios finales
El concepto de libertad es fundamental en la política de John Locke, al constituir la base de cualquier comunidad política, ya sea en su fundación como en su mantenimiento. Ser libre consiste en aceptar una ley y seguirla, ya sea la de la razón en el estado de Naturaleza, o las leyes concretas que se puedan establecer en una sociedad determinada.
El concepto lockeano de libertad opta, pues, por una compenetración, una armonización entre libertad y necesidad. Es absurdo entender la libertad como ausencia de toda ley extrínseca, pues con eso no se está definiendo la libertad sino la omnipotencia. Que ninguna ley exterior tenga autoridad sobre mí solo puede significar que yo soy Dios. Y que por tanto no cabe libertad alguna en todo ser que no sea Dios. No tendría sentido entonces hablar de libertad política. Pero Locke no se conforma con eso y defiende una libertad compatible con una ley superior. Y, de hecho, en eso se fundamenta toda su política, o al menos así lo defiende Óscar Godoy Arcaya.


[1] John Locke. Segundo tratado sobre el gobierno civil. Quilmes, editorial Prometeo, 2005. P. 39
[2] Ibíd. P. 39
[3] Ibíd. p. 81
[4] Ibíd. p. 79
[5] Cfr. Óscar Godoy Arcaya. Libertad y consentimiento en el pensamiento político de John Locke. Revista de Ciencia política, volumen XXIV, Nº 2. 2004. Pp. 160-164
[6] Ibid. P. 165
[7] John Locke. p. 39
[8] Ibíd. p. 75
[9] Thomas Hobbes, Leviatán (XIV)
[10] John Locke. p. 161
[11] Cfr. p. 117
[12] Ibíd. p. 41
[13] Ibíd. p. 204
[14] Óscar Godoy Arcaya. P. 160
[15] Ibid. p. 165
[16] John Locke. Pp. 143-150
[17] Óscar Godoy. P. 169
[18] Ibíd. p. 165
[19] Ibíd. p. 168